¡DUC IN ALTUM! / "Siguiendo tu palabra echaré las redes" (Lc 5, 4-6)

CURSO 2004-2005

Wednesday, March 02, 2005

"CANTAD AL SEÑOR UN CÁNTICO NUEVO, CANTAD AL SEÑOR EN TODA LA TIERRA" (Sal 96, 1)


Posted by Hello

¿No os ha pasado nunca que queréis recordar una melodía y no hay manera de que os venga a la memoria? A mí me pasa muy a menudo. Pero si se trata de una canción que realmente había conocido, yo diría que siempre me acaba sonando interiormente, como si lo hiciera de una manera espontánea, aunque sea al cabo de unas horas. Muy al contrario acontece con la letra. Si hace mucho que no canto la pieza, uf! o bien no la recuerdo nada, o bien la tengo desfigurada, cambiando palabras o el orden de las frases.

Hay un misterio en la música, es como un aroma suave que todo lo penetra. Tiene como una puerta privilegiada de acceso a nuestro corazón, a los sentimientos, las emociones y, a veces, hace evocar muchas cosas. A menudo se nos pega una tonada que hemos oído de pasada y no sabemos ni por qué.

Se me representa la vida como una canción. La letra serían las actividades, la profesión, los detalles que acontecen en el tiempo...La melodía, el corazón que ponemos en aquello que hacemos; y tendría la sonoridad de allí donde lo ponemos cuando hacemos las cosas. Si al vivir no ponemos el corazón, nuestra vida será una letra sin canción, como sin aroma. Y, cuando hablo de poner el corazón, no me refiero a unos sentimientos más o menos superficiales, o la emoción que pasa, sino al Amor. Este Amor es un acto de la voluntad y del alma, no siempre va acompañado de emociones agradables o de "campanitas" y "lucecitas".

Si, en nuestra vida, dirigimos el corazón sólo hacia las cosas materiales o hacia nuestro egoísmo, la música será de esas tan carrinclonas y pesadas que al cabo de dos minutos no hay quien las aguante. Es que no parecerá ni música, sino más bien ruido.

Pero si hacemos las cosas por Amor a Dios, y en Él, por Amor a los otros, nuestra música será de aquéllas que da gusto escuchar y bailar, de aquéllas que uno tararea constantemente porque hacen mucha compañía y arrullan al alma.

Si cada uno acertase de veras con su melodía sucedería ese milagro precioso que se denomina armonía: ese conjunto de voces que, escuchadas simultáneamente, son mucho más que la suma de todas ellas.

Pero cuesta mucho afinar la propia melodía, cuesta encontrarla interiormente para cantarla con todos los armónicos y la sonoridad que requiere. Es necesaria una gran dedicación a fin de escuchar internamente las voces de los otros (de los que no desafinan, claro está) y escuchar y practicar interiormente muchas veces la propia partitura. Hace falta ORAR, dicho en una palabra.

Orar con todo el corazón, con el fondo del alma, yo lo definiría, de alguna manera, como ponerse ante Dios, en silencio, con toda la atención para escuchar y aprender de Él nuestra melodía, la que Él quiere que pongamos a nuestra vida...Hace falta afinar cada vez más el oído para oír su voz, que hace resonar así en nuestro corazón, su CANCIÓN DE AMOR.

Creo que también estaría muy bien recuperar esa costumbre tan arrinconada de cantar. Cantar mientras hacemos las tareas del hogar, cantar con los hijos, e las reuniones familiares o de amigos, cantar en la ducha, si queréis...Y orar cantando, que ya lo decía San Agustín: "quien canta, ora dos veces".

Es triste un lugar dónde no se oyen los gorjeos de los pájaros, no es una buena señal. Mucho más triste aún es una sociedad dónde no se oye cantar. Y si no existe la canción interior, la del Amor con que se hacen las cosas, no es sólo triste, sino que es totalmente vacía.

¡Quien puede dudar de que María será nuestra mejor Maestra de canto!. Hagamos ejercicios con Ella, entonando en su compañía el bello Cántico del Magníficat


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