¡DUC IN ALTUM! / "Siguiendo tu palabra echaré las redes" (Lc 5, 4-6)

CURSO 2004-2005

Sunday, July 10, 2005

TAMBIÉN DIOS ESTABA EN MADRID


Los horrendos atentados del pasado 11 de Marzo en Madrid nos han conmocionado. Sumidos en el dolor, todos hemos llorado con nuestros hermanos.
Ante tanta barbarie, profundamente trastornados, nos preguntamos cómo es posible que haya personas que puedan llegar a concebir y ejecutar crímenes tan abominables.

Como contrapunto, me pregunto también cómo es posible que haya tantas y tantas personas capaces de respuestas de un heroísmo y Amor tan admirables: cuantos rescataron, cuidaron, asistieron, apoyaron, etc. a las víctimas; muchos familiares de los damnificados que nos aleccionan, con su serenidad en el dolor. Algunos, capaces incluso de ofrecer su perdón y sus oraciones por la conversión de los terroristas. Líderes de diversos credos oran juntos por que la mano de Dios ayude a los que sufren. Todos aquellos, en fin, que han respondido, bien explícita, bien implícitamente, desde el mismo momento en que se produjo la tragedia, con una pronta y heroica actitud de Fe y de Caridad. Numerosas actuaciones de las que yo, ciertamente, no sería capaz.
Veo que la respuesta nos la proporciona el considerar cuál es la realidad profunda del discurrir de este mundo: una lucha sin tregua entre el Bien y el Mal, entre Dios y el Diablo.

Los dos polos del actuar humano que antes he citado, nos muestran con claridad el rostro visible de ambos: Dios, el Amor; el Diablo, el odio.
También nos muestra el Rostro Sufriente de Jesús Crucificado todo el dolor de cada hermano nuestro en Madrid, o en cualquier parte; también el tuyo y el mío cuando lloramos con ellos, o sufrimos también víctimas de otras circunstancias.
Tú y yo, no somos meros espectadores de esa lucha, somos parte integrante. Cada vez que nos decidimos por lo que no es el Amor en nuestras opciones cotidianas, engrosamos el volumen del Mal en el mundo, somos cómplices suyos. De ese Mal que acaba estallando en brutalidades como ésta o como tantas que están sucediendo a cada momento (guerras, abortos, violencia doméstica, hambre, torturas, leyes aberrantes...). Cuando nos decidimos por dejar actuar a Dios en nuestra vida y fomentamos la vida de la Gracia con los Sacramentos, Oración, Buenas Obras, Caridad Fraterna... favorecemos el que la Fuerza, la Gracia del Espíritu de Dios, obre esos milagros de bondad que observamos en el actuar cotidiano de muchos seres humanos que, por sí mismos, son tan frágiles e incapaces como nosotros; pero con Dios, capaces de lo mejor.
¿No estaremos abandonando las armas y huyendo cobardemente de este combate entre el Bien y el Mal? Nosotros, a los que se nos ha confiado el don de la Fe para hacerlo fructificar, tenemos una responsabilidad enorme en lo que vaya a ser desde ahora el futuro de la Humanidad. No es indiferente nuestra respuesta y testimonio ante cualquier suceso de la vida, pues estamos llamados a ser semilla del Reino de Dios.
¡María Santísima, Reina de la Paz, invocamos tu protección para no sucumbir nunca al mal en el mundo y seguir creyendo que el Amor tiene la última palabra! Oremos, hermanos, oremos en todo momento, sin desfallecer, recemos el Santo Rosario, arma invencible para impetrar el don de la Paz.





Saturday, June 18, 2005

¡ES QUE NO TENGO TIEMPO!


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¡Cuántas veces hemos utilizado esta expresión! Sin embargo, en sentido literal no es cierta: tenemos exactamente 24 horas al día durante todos los días de nuestra vida. Lo que queremos expresar es que no disponemos del tiempo necesario para esto o aquello. Ciertamente, el tiempo de nuestra vida es un don limitado, sólo abarca un número de horas y años contados. Al ser un don sagrado que Dios nos ha concedido para que le demos un buen uso, es muy importante decidir cómo emplearlo. Una de las primeras cosas que hemos de asumir es que no podemos llegar a todo; una cierta diligencia e interés por ampliar nuestras actividades es buena, pero siempre tropezaremos con esta realidad: debemos renunciar a algunas cosas. Ejercitarnos en el aprovechamiento del tiempo, nos llevará a no desperdiciarlo, a delegar en otros cuando ello sea conveniente, y toda una serie de habilidades prácticas que pueden ayudarnos mucho, pero no va a ser éste el tema en el que nos centraremos hoy.
La necesidad de seleccionar en qué cosas voy a ocuparme y en cuáles no, me obliga a tener una escala de valores para establecer prioridades. Pensemos que la finalidad de nuestra vida es servir, honrar y amar a Dios y, en Él, a los hermanos. En definitiva amar y cumplir su Voluntad. Así pues aparece como imprescindible llevar a la oración, preguntarle a Dios, si Él desea o no que hagamos tal o cual cosa, al planificar el día, y también muchas veces a lo largo de la jornada ante cada duda.
Sin embargo, creo que el concepto de aprovechamiento del tiempo no consiste tanto en un cálculo y ejecución óptimos de una rentabilización de cada minuto para llegar a la máxima eficacia o productividad, como en vivir realmente cada minuto del día. Sólo vivimos cuando amamos, pues para eso hemos sido creados. Sólo nos realizamos cuando nos vamos acercando a nuestra identidad verdadera y ésta es el Amor, puesto que hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios y Dios es Amor. ¡Cuántas veces vivimos como enajenados, esclavos de las cosas, repitiendo interiormente “no tengo tiempo, no tengo tiempo...”, sin estar interiormente presentes en lo que estamos!...entramos en una inercia en que actuamos más como autómatas que como personas. Así nos perdemos lo más importante de la vida: Dios nos sale al encuentro en numerosos pequeños detalles de cada día. Sumidos en el vértigo, no podemos oír su voz en nuestro interior o en la persona del hermano.
Si nunca dedicamos tiempo a nuestro cónyuge, hijos, amigos, con la excusa de que “no tenemos tiempo”, pronto verán que en nuestra escala de prioridades no están muy adelante y se irán alejando, buscando quizá, quien sí les quiera dedicar un ratito; se abrirán abismos que luego serán difíciles de reparar. Es cierto, a veces las circunstancias son críticas y no hay honestamente un minuto libre...pero cuesta poco una sonrisa amable, una pequeña caricia y una oración elevada por el ser querido si lo llevamos en el corazón.
Y ¿qué decir de la famosa frase: “es que no tengo tiempo para hacer oración”? Si nunca hallo un momento para estar en intimidad y diálogo con Aquél que más me ama, con El que me ha regalado todos mis millones de minutos...no nos engañemos: ¡será que no es Él quien mueve mi vida, mis acciones! ¡No debo quererle tanto!
En todo este asunto, la clave está en la sinceridad interior y en la recta voluntad; también aquí es muy fácil una frasecita de cariño, un encomendar a todos los que esperan con nosotros en un atasco de tráfico, un ofrecer mis actividades al Señor por ésta o aquélla persona que necesita de mis oraciones... En definitiva, que el Amor vaya llenando nuestra jornada sin desatender por ello nuestras obligaciones; todo consiste más en un cambio del corazón que de lo exterior.
Pidamos al Señor de los minutos y de las horas, por intercesión de María: ¡Ilumíname para ordenar serenamente mi tiempo para amarte y servirte mejor!


¿QUIEN DICE LA GENTE QUE SOY, YO? (Mc 8, 27-30; Lc 9, 18-21)



Un día Jesús hizo eso que hoy denominaríamos un “sondeo de opinión” de las diferentes corrientes populares, tomando como portavoces a sus discípulos (podéis leer el episodio completo en Mt 16, 13-20). Les preguntó quién decía la gente que éra Él. Ellos respondieron que unos decían que Juan el Bautista, otros Elías; otros Jeremías o alguno de los profetas..., le ahorraron las opiniones de los que decían que era Belzebul o súbdito suyo (Cf. Mc 3, 22), porque se daba por supuesto que lo preguntaba en referencia a los que lo seguían. Entonces, al preguntarles qué pensaban ellos, Pedro habló en nombre de los doce: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.”
¿Qué hizo entonces Jesús? ¿Hacer recuento de votos para dar la razón a la mayoría? ¿O a la minoría? ¿O a los más poderosos? Veámoslo:
Entonces Jesús le dijo: “¡Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás: esto no te lo han revelado los hombres, sino mi Padre del Cielo!”. Es decir, que Jesús nos enseñó que las cosas no se vuelven verdad o mentira porque lo diga la mayoría. La verdad no se fabrica por consenso, sino que existe previamente, Dios es la Verdad, y uno la puede encontrar o no. De hecho todos los hombres tienen el deber moral de buscarla según sus posibilidades.
Ante la confesión de Pedro, Jesús respondió: “Y Yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las fuerzas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del Reino del Cielo; todo aquello que atares en la tierra quedará atado en el Cielo y todo lo que desatares en la tierra, quedará desatado en el Cielo.” Así pues, Dios se ha comprometido con Pedro, y con sus sucesores, a mostrarle la verdad y le ha dado la autoridad para enseñarla. Esta infalibilidad del Papa en materia de Fe no depende de sus virtudes personales, sino de la Fidelidad inconmovible de Dios. Recordemos que Pedro había negado a Nuestro Señor durante la Pasión, después se arrepintió humildemente y con Amor, y Él lo perdonó y restauró...Pedro y los Papas posteriores son de naturaleza pecadora como lo somos todos, pero la Palabra dada por Dios es la seguridad de la Iglesia. La Fe que Ella nos transmite nos permite distinguir entre lo que es verdadero y lo que es falso, más allá de las siempre cambiantes corrientes de pensamiento del mundo.
La razón no es opuesta a la Fe y la Verdad. Muy al contrario cuando la razón se usa rectamente, cuando tiene en cuenta toda la realidad (visible e invisible), material y espiritual, es su mejor amiga. Pero a veces se denomina razón a lo que es pura tecnología, despojada de humanidad; o al puro utilitarismo, sin tener en cuenta el Bien y el Mal, y esto es un error. Las conclusiones que extraerá entonces serán equivocadas, pues le faltan imprescindibles elementos de juicio.
Cuando se quieren imponer conductas o leyes basadas en estas conclusiones erróneas, el cristiano tiene el deber moral de estar en contra. Seguirlas no sería tolerancia sino pactar con la mentira y, por lo tanto, colaborar con un mal social. Este deber de conciencia de no cooperar con leyes malas, es un deber grave, sobre todo en cuestiones muy inmorales, y ya nos lo enseñaron los Apóstoles cuando les prohibieron predicar en el Nombre de Jesús: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hech 4, 19; 5, 29). En cambio, cuando las leyes no son malas, el cristiano las ha de seguir, y también Jesús nos lo enseñó al pagar el tributo (Mt 17, 24-27).
La Verdad no se impone por la fuerza, sino por el testimonio de vida y por el Amor.
¡Qué alegría si todos viviéramos en la Verdad! Pidamos al Corazón de Jesús (al cual se dedica tradicionalmente el mes de junio) y al de María, que sean el refugio de todos los hombres y nos protejan del error, del engaño y de la falta de Amor.

Sunday, May 22, 2005

EL MINISTERIO PETRINO NO ES UN EJERCICIO DE PODER, SINO DE AMOR


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“Mi verdadero programa de gobierno es no hacer mi voluntad, no seguir mis propias ideas, sino ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor y dejarme conducir por Él, de tal modo que sea Él mismo quien conduzca a la Iglesia en esta hora de nuestra historia.”
El Papa Benedicto XVI pronunciaba estas palabras en la homilía de la Misa de inicio del Ministerio Petrino del Obispo de Roma (inicio oficial del Pontificado).
Y, en la Misa de toma de posesión de la Cátedra como Obispo de Roma, en la Basílica de San Juan de Letrán, decía: “El poder conferido por Cristo a Pedro y a sus sucesores es, en sentido absoluto, un mandato a servir. La potestad de enseñar, en la Iglesia, comporta un compromiso al servicio de la obediencia a la fe. El Papa no es un soberano absoluto, cuyo pensamiento y voluntad son ley. Por el contrario, el ministerio del Papa es garantía de la obediencia a Cristo y a su Palabra. (...)De este modo, su poder no está por encima, sino que está al servicio de la Palabra de Dios, y sobre él pesa la responsabilidad de hacer que esta Palabra siga haciéndose presente en su grandeza y resonando en su pureza, de manera que no se haga añicos con los continuos cambios de las modas.”
Dios es la Verdad y se nos ha revelado, mediante la Encarnación, en Jesucristo. Él se ha hecho Esposo de la Iglesia, comprometiéndose a no abandonarla nunca (Cf. Mt. 28, 20) y que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella (Mt. 16, 18). Los católicos, miembros de esta Esposa de Cristo (Ap.19, 7), tenemos, pues una gran responsabilidad: custodiar y transmitir a todos los hombres este tesoro que nos ha sido confiado (nuestra Fe). Nosotros no somos los amos de esta Verdad de modo que la podamos modificar a nuestro gusto para caer más simpáticos o ser más populares. Tampoco podemos sentirnos superiores a los demás por haber sido agraciados con la pertenencia a la Iglesia. No, no somos propietarios, sino servidores. Así pues debemos profundizar cada vez más en su conocimiento y vivencia, y procurar no adulterarla con nuestras propias ideas que quieren rebajarla y aguarla para nuestro propio beneficio.
La persona que tiene un trato asiduo, real y vital con Dios, va descubriendo su propia verdad, el estado de su corazón y su vida en contraste con Jesús, que es el único que ha dado plenitud al ser humano. En esta relación auténtica, se nos va manifestando nuestra gran pobreza, nuestra miseria ante la Perfecta Belleza y Riqueza infinita de Dios. La constatamos muchas veces, incluso ante situaciones cotidianas, las otras personas... Ante ese gran contraste entre lo que somos y lo que tendríamos que ser, nos puede invadir la tentación de querer construir a Dios a imagen nuestra y no a la inversa. Como Adán hizo al experimentar su desnudez y el pecado que le remordía la conciencia, queremos escondernos de Dios (Cf. Gen. 3, 10). Y aquí es dónde empieza nuestro fracaso; cada cual según su “creatividad” personal genera excusas, mentiras, vicios, odios...
El secreto para salir de esta maraña que nos envuelve, es conocer la infinita Misericordia de Dios y cuánto nos ama. Él no ha venido para juzgarnos sino para salvarnos; para enriquecernos con sus propias riquezas y borrar nuestros pecados, para vencer el mal con su Amor.
Que Dios sea misericordioso, no significa que nos diga que todo lo hacemos bien, que no hay pecado, que es indiferente el bien del mal; esto sería ser mentiroso, ciego, o tonto, no misericordioso. Quiere decir que si le presentamos nuestras miserias y le abrimos nuestras heridas, Él nos las curará con infinito Amor y ternura. Quiere decir que su Espíritu Santo tiene el poder de hacer milagros, de hacernos cambiar a una vida nueva, libre, según el querer de Dios, para devolvernos nuestra auténtica identidad. ¡Dios puede y quiere hacernos felices si le abrimos las puertas del corazón!
Para dar este paso nos hace falta humildad. Pidamos a Dios por manos de María: “Señor, haznos humildes para poder poner nuestra verdad en tus manos y ser dóciles a tu Espíritu de Vida”.
Cuando empiezo a pensar que las verdades que enseña la Iglesia son opinables o que, en realidad, el concepto de bien o mal es relativo a la subjetividad de cada cual, tendré que comenzar a sospechar que la soberbia me está tentando a creer que soy amo de la Verdad y no su servidor.
Quien se ha puesto en camino de conversión, quien ha entrado en la Voluntad de Dios, ve claramente que no decir la verdad al hermano es no amarlo, que si uno no le dice lo que está bien y lo que está mal (no según el propio criterio, sino el de la Verdad revelada del que la Iglesia es custodia) le está estafando. Igualmente verá que la Verdad no se impone sino que se propone con respeto y amor. Y sobre todo, atrae con el ejemplo cuando se vive.
Quien se siente servidor de la Palabra sabe que nadie puede despreciar a nadie, pues todos somos ovejas perdidas en el desierto que no podemos reencontrar el camino si no es por Cristo, el Buen Pastor que ha dado su vida por rescatarnos (Cf. Jn. 10, 11), como nos recordaba el Papa en su homilía de inicio del Pontificado.
Quien ha comprobado las maravillas que el Espíritu Santo puede obrar levantando las almas del lodo, las maravillas del Amor de Dios que se comunica por los Sacramentos y la oración, no podrá decir nunca a un hermano que no puede cambiar, que si él es así, no hay nada que hacer...Eso sería cerrarle las puertas a un gran tesoro: la gran Misericordia de Dios. Para Él no hay miseria lo bastante grande para no ser como una gota de agua que se disuelve en el océano de sus riquezas.
Quien conoce la alegría y el poder del abrazo de Dios en el Sacramento de la Reconciliación, no puede sino gritar a todos: “¡Creed, probad...y veréis!”


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Doy muchas gracias a Dios por el don que nos ha hecho al procurarnos un Pastor, un Papa humilde y lleno de amor a Dios y a los hombres. Un Papa que quiere hacer la Voluntad de Dios que es la mejor garantía de buen obrar.
Quiero ser una buena hija de este Padre Santo haciendo lo que él nos ha pedido a todos:
“Queridos amigos, en este momento sólo puedo decir: rogad por mí, para que aprenda a amar cada vez más al Señor. Rogad por mí, para que aprenda a querer cada vez más a su rebaño, a vosotros, a la Santa Iglesia, a cada uno de vosotros, tanto personal como comunitariamente. Rogad por mí, para que, por miedo, no huya ante los lobos. Roguemos unos por otros para que sea el Señor quien nos lleve y nosotros aprendamos a llevarnos unos a otros.”

Wednesday, April 20, 2005

¿A QUIÉN BUSCÁIS?


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Pareciera que, durante los días finales del mes de marzo y los primeros de abril, el Papa Juan Pablo II hubiera efectuado su última visita apostólica a lo largo de todo el mundo. Como si él, saliendo al encuentro interior de cada persona, de cada corazón, le hubiera transmitido esta pregunta de parte de Dios: “¿A quién buscáis?”
La respuesta ha sido multitudinaria: los hombres buscan a Dios y, en este caso, lo expresan acompañando a su Vicario, “dulce Cristo en la tierra” (Sta. Catalina de Siena). Al lado de aquél que ha comunicado y vivido valientemente el Evangelio hasta gastar en ello el último aliento de sus fuerzas.
Es insólita la marea de peregrinos que han acudido y siguen acudiendo, primero a orar por el Papa agonizante, y después a despedirse de él, conservando este espíritu de oración. Una manifestación pública de la fe, no convocada, sino libre y espontánea, como la de estos días, debe hacer reflexionar a todos, especialmente en determinados países como el nuestro, donde se quiere reducir la fe y lo espiritual a una dimensión estrictamente privada. Lo que está ocurriendo desde la muerte de Juan Pablo II denota una impresionante necesidad de Dios en el mundo actual, y de manera muy llamativa en los jóvenes.


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El Espíritu Santo nos ha regalado una gran Primavera: oraciones, sacrificadas peregrinaciones, recepción de Sacramentos, los líderes mundiales en torno a la Eucaristía... ¡Casi todos miran a la Iglesia en estos días! cada cual con su corazón y con su personal intención.
Yo no quisiera ser de los que al ver la eclosión de la Naturaleza al llegar la primavera, sólo ven “bichos”, “ruido” de pájaros, lodos y hojarasca...de los que en todo ven vacío y molestia. Tampoco de los que, al querer recoger la fruta, se llevan también ramas y hojas, y no tienen un sano discernimiento.
Por ello pido al Señor que me de limpieza de corazón, unos ojos de niño, para verlo todo del modo en que Dios lo ve. Unos ojos y un corazón sencillos, para ver y entender las cosas del modo en que sólo el Amor sabe hacerlo, y el intelectualismo, cuando es enfermizo, no entiende. Un espíritu humilde para hacer y desear la Voluntad de Dios y no la mía.
Doy gracias a Dios por el gran bien que nos ha hecho el Papa Juan Pablo II y a su intercesión encomiendo el futuro de la Iglesia. Especialmente que seamos capaces de aprovechar esta gran ocasión para evangelizar, cultivar y cosechar este resurgir de la religiosidad, a veces adormecida en algunos corazones.
Todos nos hemos sentido más familia que nunca ante el Papa agonizante y fallecido, al que nos encomendamos ya como bienaventurado; después hemos orado intensamente para que los Cardenales electores eligieran un nuevo Papa según el deseo del Espíritu Santo, en la alegría de que Dios nos haya concedido un nuevo Pastor... y ahora debemos seguir así, apoyados en el Amor y la oración.
Pido también a Dios que, enraizados en el Amor de Jesús-Eucaristía abandonemos nuestras discordias y divisiones para remar todos a una en el barco de la Iglesia. Que todos estemos más ágiles de “rodillas” (para rezar) y de “hombros” (para arrimarlos a fin de ayudar) que de lenguas murmuradoras con críticas destructivas.
Encomiendo a los Corazones de Jesús y María al nuevo Papa, Benedicto XVI (Joseph Ratzinger) el nuevo Pedro sobre el que Dios edifica su Iglesia, para que, ayudado por la incesante oración (es lo primero que nos ha pedido al salir al balcón a impartir la Bendición Urbi et Orbe) y colaboración de todo el Pueblo de Dios, sea dócil al Espíritu Santo; según sus mismas palabras en la Misa previa al cónclave, “un pastor según su corazón, un pastor que nos guíe al conocimiento de Cristo, a su amor, a la verdadera alegría”.



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Saturday, April 02, 2005

TODOS LOS JÓVENES ESTÁN INVITADOS A IR A COLONIA


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Aún en su enfermedad, Joan Pablo II invita de todo corazón a los jóvenes a prepararse para el Encuentro Internacional de la Juventud que tendrá lugar del 15 al 21 de agosto en la ciudad alemana de Colonia. Allí, en la magnífica Catedral, se veneran las reliquias de los Santos Reyes de Oriente. Ellos son, en cierto sentido, los guías para esta cita. Nos hacen ver que es necesario el primer paso de respuesta personal de Fe, para el camino cristiano; ellos no se pusieron en camino porque habían visto la estrella, sino que vieron la estrella ¡porque se pusieron en camino! Al llegar, declararon: “Hemos venido para adorarlo” (Mt 2,2). Estas palabras son el tema central del encuentro, en el que la adoración eucarística es la protagonista. La Sagrada Eucaristía, Jesús presente entre nosotros, tiene que ser también el centro de nuestra vida, de la vida de la Iglesia.
El Arzobispo de Colonia, Cardenal Joachim Meisner, también les ha abierto los brazos esperando acogerlos pronto. Ha dicho que, en la historia de la salvación, muchas figuras son jóvenes, como María. También los jóvenes serán los protagonistas en el futuro de la Iglesia. Su Esperanza son los que, como María, ante Dios, gritan su “hágase en mí según tu Palabra” (Cf. Lc 1, 38).
El futuro tiene un nombre: JUVENTUD. Los jóvenes (de 0 a 120 años) son la fuerza renovadora de la Iglesia. Lo son, por lo tanto, para la Humanidad, que merece que se edifique un mundo mejor, más cristiano, y, en consecuencia, más justo, humano y fraterno.
El Santo Padre, ama a los jóvenes, confía en ellos. El afecto es mutuo, porque él es uno de ellos, ¡un joven de 84 años! Comparte con ellos la verdadera juventud, cuyo secreto radica en la vida que infunde el Espíritu Santo en el corazón de quienes se dejan amar por Él. Pese al paso de los años, quien vive “apasionado” por Cristo; quien, fiel a su llamada, ha hecho de Él su vida (Cf. Flp 1,21) sigue irradiando y contagiando juventud. A quien abandona esta fuente de vida, le salen “arrugas” en el alma”, aunque el cuerpo sea joven.
Los jóvenes de corazón (lo leíamos en la Carta de la paz de Taizè) no se dejan llevar por la taciturnidad. Saben que Dios no nos ha hecho para restar pasivos, que la vida no está sometida al azar o la fatalidad; que lo que puede paralizar al ser humano es el escepticismo y el desaliento. Ellos quieren llevar por todas partes paz y confianza, y sobre todo, la verdad que el Evangelio nos hace descubrir: Dios no ha creado ni el miedo ni la inquietud, Él no nos da sino su Amor, siempre. Los jóvenes perseveran incluso cuando la prueba o el fracaso pesan sobre ellos. Porque saben que la Fe es una sencilla confianza en Dios, como la de los niños pequeños (Mt 19,14). La retoman continuamente en el transcurso de la vida, pese a las dudas y caídas, porque no se apoyan en sí mismos, sino en la persona de Jesús y en la Fe y el Amor de toda la Iglesia, la que los ha precedido y los acompaña.
Todos iremos en espíritu a Colonia, en unión cordial con los viajeros, porque queremos hacer realidad los consejos de Juan Pablo II: Que Cristo sea el centro de nuestra vida, el amigo y compañero en todas las horas del día y la noche, y así encontrar en Él la paz y el gozo. Lo queremos seguir con una Fe sincera y un espíritu sencillo y humilde (Mt 5, 1-12).
Recemos mucho por el Santo Padre, ¡nos necesita! y, con él: “Jesús, Tú que te entregaste al Padre, ¡Ama a los jóvenes! ¡Cura las heridas de su espíritu! ¡Ayúdales a adorarte en verdad y bendícelos, ahora y siempre! Amén.” “¡No tengáis miedo! Que el gozo del Señor, crucificado y resucitado, sea vuestra fuerza y que María Santísima esté siempre a vuestro lado”
¡Buena Pascua y buen camino hacia Colonia!

( La página web oficial de la Jornada Mundial de la Juventud se encuentra en http://www.wyd2005.org )



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Friday, March 18, 2005

“EL RÁPIDO DESARROLLO”

EL SANTO PADRE NOS HABLA DESDE EL DOLOR, Y CON UNA NUEVA CARTA APOSTÓLICA
¡Gracias Juan Pablo II, muchas gracias!
Pese a tu malestar y agotamiento no has olvidado que el Señor te encomendó el cuidado de tus ovejas, hasta dar la vida, como Él (Cf. Jn 21, 15-18). Ahora nos exhortas desde la Cátedra del sufrimiento, evidenciando a nuestra Humanidad que la enfermedad, la ancianidad o la disminución física no quita nada a la dignidad inherente a cualquier ser humano. Nos muestras que nuestra vida de bautizados tiene que ser una ofrenda amorosa al Padre en unión al Sacrificio Redentor de Cristo, y cualquier lugar en el que nuestra vida transcurre, es nuestro altar. Tu voz profética (que habla en nombre de Dios) se nos comunica con la palabra más elocuente: la coherencia de vida, la entrega por amor al Amor en identificación al “sí” (fiat) de María. Al visitarnos, en el año 2003, nos dijiste: “con mis brazos abiertos os llevo a todos en mi corazón”; tú también estás en nuestros corazones. Queremos rezar por ti, pidiendo al Espíritu Santo que te conforte y asista muy especialmente en esta etapa de tu vida. Con nuestra oración te queremos ayudar a hacer lo que has hecho siempre: dar la vida para que los hombres conozcan a Jesucristo, su Salvador. En esta misión has invertido todas tus fuerzas y lo harás mientras Dios así te lo diga. Gracias, Santo Padre, por ofrecer todos tus sufrimientos por nosotros. Tu mano amorosa y firme de Pastor nos mueve a seguirte en tu caminar al encuentro de Jesús. Tu mensaje es claro: ¡Soy todo tuyo, Maria! ¡Abrid las puertas del corazón a Cristo, el Redentor! ¡No tengáis miedo! ¡Remad mar adentro! ¡Sólo se puede vencer el mal con el bien!
Para conmemorar el cuadragésimo aniversario del Decreto Conciliar “Inter mirifica” sobre comunicación social, el Papa ha escrito una nueva Carta Apostólica: “El rápido desarrollo”. En ella confirma la actitud positiva de la Iglesia hacia los medios de comunicación social y las nuevas tecnologías. Las considera "entre las cosas maravillosas que Dios ha puesto a nuestra disposición para descubrir, usar, dar a conocer la verdad; también la verdad sobre nuestra dignidad y nuestro destino de hijos suyos, herederos del Reino eterno". El conocimiento mutuo que favorecen, promueve que se pierda el miedo a lo diferente, y aumente la comprensión, pese a la diversidad. En este sentido pueden ser un instrumento de paz, enriquecimiento y colaboración interpersonal.
La influencia que tienen los medios de comunicación, especialmente la televisión, en este momento cultural, no tiene vuelta atrás. Para muchos de nuestros contemporáneos su búsqueda de la verdad está ligada a lo que ven en ellos y son su instrumento principal de información y formación, de orientación e inspiración para los comportamientos individuales, familiares y sociales. Sin embargo, cada día constatamos que, con demasiada frecuencia, se usan para difundir el mal, el error, y controlar el pensamiento de las personas a fin de favorecer oscuros intereses.
En lugar de lamentarnos, pasivos y acobardados, de los aspectos negativos de este progreso irreversible, hemos de descubrir dócilmente los signos de los tiempos, la llamada de Dios, y adentrarnos también en este nuevo “mar”, para poner su gran potencial al servicio del Bien. Confiando en el Espíritu, que es quien sostiene a la Iglesia, con nuestra libertad y responsabilidad, podemos cambiar el curso de la historia.
Nada humano hay que no esté hecho para ser configurado con Cristo y para Él. La felicidad eterna nace de vivir esta vida de una manera comprometida con el Amor. No valen evasiones o lamentaciones resignadas. También el mundo de los medios de comunicación necesita la Redención de Jesucristo.
La Carta Apostólica da unos consejos a los profesionales de estos medios. Pero también nos interpela a los demás. Hemos de desarrollar un espíritu de reflexión crítica y madura ante las informaciones que recibimos, y ayudar a los demás a hacer lo mismo, especialmente educar a los más jóvenes. Tenemos que participar más en las asociaciones de usuarios, espectadores y oyentes para expresar a los responsables de los medios, nuestro parecer y derechos, de manera eficiente y a la vez serena y amable. Individualmente podemos escribir cartas, sugerencias, elogios, etc. Todo, desde el respeto y espíritu constructivo. Seleccionemos los programas que veamos o escuchemos; también podemos procurar acceder y colaborar con las emisoras cristianas... Tengamos en cuenta las posibilidades de la prensa e Internet para comunicar valores humanos positivos y anunciar la Buena Nueva del Evangelio. Que nadie se sienta excluido de esta vocación y responsabilidad de aportar lo mejor de sí mismo y de su creatividad, para comunicar a todos los hombres el Amor de Dios y la perspectiva viva del Cielo [“lo que el ojo no vio ni el oído oyó, ni el corazón del hombre ha podido soñar” y que Dios tiene preparado para aquellos que le aman (Cfr. 1Cor 2, 9)].
Recordemos que todos tenemos a nuestro alcance dos herramientas de comunicación muy eficaces: la propia vida (el ejemplo coherente, la alegría y la humildad son misioneros poderosos que evangelizan silenciosamente) y la palabra. En los primeros tiempos de la Iglesia, la Buena Noticia se difundió por el método del “boca-oreja” (muy a menudo experimentamos cuan rápida y eficaz es esta forma de difundir noticias) Y, ¡mirad cómo se propagó, con el fuego del Espíritu Santo! ¿Estamos nosotros suficientemente llenos de Dios, y nos sentimos lo suficiente amados por Él, como para contagiar este entusiasmo? Reforcemos, pues, la oración. La comunicación personal con Dios es el primer y más necesario impulso para esta consagración al Bien de los medios de comunicación. No olvidemos que sin ella no se edifica nada bueno.

El Santo Padre nos dice: "¡No tengáis miedo de las nuevas tecnologías!" "¡No tengáis miedo de la oposición del mundo! [Jesús afirma: "Yo he vencido el mundo" (Jn 16,33)]. "¡No tengáis miedo de vuestra debilidad y de vuestra incapacidad!”. [Él nos dice: "Yo soy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20)].
Este año celebramos el Año de la Eucaristía. Adoremos y amemos a Jesús en el Santísimo Sacramento, y también a los miembros de su Cuerpo (nuestros hermanos) que necesitan de nuestro testimonio para conocer a su Salvador, Jesús, el Señor.
El Arcángel San Gabriel, patrón de las comunicaciones, anunció la mejor noticia a María, y Ella acogió la Palabra que se nos comunica, el Verbo Divino: pidamos la intercesión de los dos para ser canales transparentes y eficaces que comuniquen la Vida de Dios a todos nuestros contemporáneos.


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Thursday, March 10, 2005

Año de la Eucaristía: desde 2004 hasta octubre de 2005.


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El Santo Padre Juan Pablo II declarará este mes de octubre el inicio del año de la Eucaristía para la Iglesia Universal. Este acontecimiento será una gran oportunidad para profundizar y meditar en el Misterio Eucarístico, a fin de impulsar en el mundo la paz, la reconciliación y la justicia, frutos entre otros de la nueva evangelización y dar a la humanidad entera el alimento necesario, Jesucristo, para afrontar los retos del momento actual. Así podremos fortalecer nuestro sentido de responsabilidad respeto a la tierra actual.

La Eucaristía es fuente y cumbre de la vida de la Iglesia, pues la Iglesia vive de la Eucaristía. Es exigencia y modelo del compartir; el origen de donde brota toda evangelización.

En la Eucaristía tenemos a Jesús, su Sacrificio Redentor, su Resurrección, el don del Espíritu Santo; también la adoración, la obediencia y el Amor al Padre, hasta el extremo de dar la vida (Cf.
Jn 10, 17-18). Tenemos la Santísima Trinidad. Si descuidáramos la Eucaristía, ¿Qué remedio encontraríamos para nuestra pobreza?

Tras la consagración, el pan ya no es más pan, aunque lo parezca; en realidad, ya es el Cuerpo de Cristo, aunque no lo parezca. Igualmente sucede con el vino. Lo que comemos es más que cualquier otra cosa del mundo y que cualquier otro Sacramento: ¡ES DIOS MISMO! En la Eucaristía está real y verdaderamente Jesucristo como Dios y como Hombre. No es sólo una presencia imaginaria, ni espiritual.

La fuerza generadora de unidad del Cuerpo de Cristo es el antídoto de la acción disgregadora
de nuestro pecado. Sólo alimentados con el Cuerpo y la Sangre de Cristo y llenos del Espíritu Santo podremos llegar a formar un solo cuerpo y un solo espíritu.

Quien es consciente de estar en pecado grave, debe recibir el Sacramento de la Reconciliación al menos una vez al año, en peligro de muerte y antes de acercarse a la Mesa Sagrada de la Comunión. “Que cada cual se examine a sí mismo, antes de comer el pan y beber la copa” (Cf.
1Cor 11, 28)

"Si dijéramos que no tenemos pecado, nos engañaríamos a nosotros mismos, y la verdad no estaría en nosotros. Pero si reconocemos nuestros pecados, Él, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos purificará de todo mal." (1Jn
1, 8-9).

Dado que todos los fieles estamos llamados a la santidad, también es recomendable confesar los pecados veniales
.

No se trata de una pesada obligación. Consiste, más bien, en ejercer un feliz derecho que tiene todo bautizado. Verdaderamente ser cristiano es una puerta abierta a la esperanza y a la alegría, pues, cuanto más nos sepamos pecadores
, más liberados nos sentiremos de este pecado por Cristo.

La Eucaristía y la Penitencia son dos Sacramentos estrechamente vinculados entre sí. De la Eucaristía se deriva una exigencia constante de conversión y de respuesta personal a la exhortación
de San Pablo: Os lo pedimos en aras de Cristo: ¡dejaos reconciliar con Dios! (2Cor 5,20).

Bebiendo de un mismo manantial, de un “solo Espíritu” (1Cor 12, 13) se eliminan las rupturas entre Dios y el hombre, entre hermanos, un pueblo y otro; en definitiva, los del hombre consigo mismo, con su verdadera esencia. Así será factible el deseo de Jesús: “que todos sean”uno (
Jn 17, 21).

Encomendemos este año de la Eucaristía a María Santísima
, quien vivió en íntima comunión con Jesús, Verbo encarnado, a fin de que nos ayude, a todos los cristianos, a reconocer en la Eucaristía la presencia viva de su Hijo Divino, a acogerlo con fe e invocarlo con Amor; a fin de que, fortalecidos con el Pan Eucarístico, los cristianos no duden en ponerse al servicio del sus hermanos a fin de construir una nueva humanidad más justa y fraterna.

PUES YO, SI ME VOY MAR ADENTRO SIN BARCA...ME HUNDO


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Es casi imposible vivir en nuestro país y no estar empapado de los constantes elogios que hacen los medios de comunicación de “Mar Adentro”, última película del director Alejandro Amenábar. Se trata de una emotiva apología de lo que ya se ha hecho una costumbre denominar, erróneamente, eutanasia (buena muerte), llevada a cabo bajo el pretexto de presentar la biografía del señor Ramón Sampedro.
“El testimonio de un hombre que buscó la libertad a través de la muerte” es como formulan los autores la tesis de “Mar Adentro”. El argumento es el siguiente: Ramón lleva treinta años, tetraplégico, postrado en cama. Según él, su única ventana al mundo es la de su habitación, de cara al mar, ese mismo mar en el que tuvo un accidente al zambullirse, que lo dejó con una grave lesión medular. Su familia lo cuida. Desde el momento del trágico acontecimiento, su único deseo es acabar con su vida; según él, “morir dignamente” (¡cómo si el resto de las muertes, las no inducidas, no fueran mucho más dignas! o ¡como si vivir con una enfermedad o invalidez no fuera indiscutiblemente digno!). Con su cautivadora personalidad, intenta ganar para su causa a las dos mujeres que frecuentemente le visitan. Erróneamente cree que “sólo la persona que le ame de verdad, le ayudará a hacer realidad este último viaje” (suicidarse).
No estoy muy segura de que el señor Ramón Sampedro esté demasiado contento al ver, desde el otro mundo, hasta qué punto algunos sacan provecho económico, político y de gloria personal, de su terrible sufrimiento. No he visto la película, no me lo permiten ni la salud ni la economía; pero, aunque pudiera, no lo haría, ni recomendaría a nadie que lo hiciera, especialmente a un cristiano. Los cristianos hemos de tener muy en cuenta que, por el Bautismo, estamos consagrados a Dios; así, en conciencia, debemos escoger sólo aquello que nos acerca a Él, y rechazar el hacer (ver, leer, oír...) aquello que nos aleja, hace peligrar nuestra Fe, o sencillamente nos es inútil para lograr nuestra meta: la santidad. La influencia de esta película es moralmente peligrosa porque con la gran carga emotiva del drama personal del protagonista, nos hace bajar las defensas a fin de adoctrinarnos con ideas muy equivocadas.
En primer lugar hemos de tener en cuenta que se mezclan muchos conceptos. El caso de Ramón Sampedro es realmente insólito. Él nunca quiso desplazarse con una silla de ruedas, para adquirir una cierta autonomía, que es uno de los bienes más preciados para cualquiera que sufre una limitación física importante. No lo motivaban en absoluto las perspectivas de hacer progresos en su movilidad. Probablemente porque el primer problema al que tuvo que enfrentarse, fue la dificultad de superar el trauma de su accidente. A fin de sobrevivir emocionalmente, se aferró a esa idea fija de quitarse la vida, y no encontró otros caminos... ¿Por qué digo esto? ¿Acaso oso juzgarlo? Muy al contrario, me hago cargo perfectamente de hasta qué punto el hecho de ver rota la vida apenas estrenada la juventud, y sufrir las consecuencias, día a día, minuto a minuto, puede agotar las fuerzas psicológicas y emocionales de cualquiera. Toda mi simpatía para Ramón, toda mi admiración hacia él, por cómo llegó a aprender a escribir con la boca, etc.; toda mi camaradería por todos sus esfuerzos por llevar adelante la vida en condiciones tan duras... ¡a lo largo de treinta años!
A pesar de ello, creo que en su orientación vital se equivocó. No lo podemos tomar como un modelo a admirar e imitar. En su tenacidad por conseguir suicidarse no lo podemos considerar un luchador; más bien hemos de compadecerlo y rezar para que Dios, en su infinita Misericordia, siempre sabedor de nuestras debilidades, y de que quizás no era del todo libre psicológicamente, no le tenga en cuenta su suicidio.
Tampoco es el suyo el caso de alguien que padece una enfermedad incurable en fase terminal, con grandes dolores y complicaciones. Pero ni en este último caso sería lícito el suicidio ni el homicidio, pues el único Señor de la vida es Dios. La situación de Ramón Sampedro se asemeja más a la de cualquiera que desea morir porque las circunstancias en las que le ha tocado vivir le parecen insufribles; para otro podría tratarse de la pobreza, la guerra, la pérdida de seres muy queridos, la frustración de una vocación...
Ciertamente, hay situaciones vitales que el hombre no es capaz de soportar solo. Pero desde que Jesús se encarnó y “soportó nuestros sufrimientos y cargó con nuestros dolores”(Is 53, 4), ya no hay situaciones absolutamente desesperadas, pues Él nos ha prometido: “Dios es fiel; Él no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas, sino que con la tentación procurará también el éxito para poderla superar.”(1Cor 10, 13). “Porque en cuanto Él mismo padeció siendo tentado, es capaz de ayudar a los tentados.” (He 2, 18).
Todos nos dirigimos mar adentro, todos tenemos que morir. Pero no todas las maneras de morir llevan al mismo destino. No podremos entrar en la Bienaventuranza Eterna si no hemos cargado nuestra cruz en unión con Cristo y, con Él, en obediencia a la Voluntad el Padre. Si uno avanza mar adentro sin saber nadar, se ahogará. Aunque uno sea de los que se sienten fuertes, sanos y ricos, aunque uno sepa nadar, se agotará y acabará ahogándose igualmente. Porque sólo Jesús ha vencido la muerte, sólo Él con su Pasión y Resurrección nos ha abierto las puertas de la Vida Inmortal, de la libertad con que soñaba Ramón Sampedro. Nosotros, yendo a la nuestra, si vivimos con orgullo de espaldas a Dios, no somos capaces de llegar a buen puerto solos. Sólo se llega cuando uno se adentra en el mar en barco, si uno rema mar adentro en la Barca que Jesús conduce. Esto es lo que el Santo Padre nos aconsejó al empezar el nuevo milenio: remar mar adentro: “Díjole Simón: ¡Maestro! Toda la noche estuvimos trabajando y no pescamos nada; pero, PORQUE TÚ LO DICES, echaré las redes. Lo hicieron así, y capturaron tan gran cantidad de peces que se rompían las redes.” (Llc 5, 4-6). Sólo haciendo lo que dice Jesús, siguiendo humildemente las huellas de Aquél que nos ama de veras y es la Verdad, veremos milagros en nuestra vida; donde todo parecía acabado, vencerá el Amor. No se trata de aguantar la vida con estoicismo sino de dejar que sea el Espíritu Santo con su poder de Amor quien la viva en nosotros. El dilema, en definitiva, es: ¿queremos confiar en Dios, o no?
Quien hubiera amado de verdad a Ramón Sampedro le hubiera ayudado a encontrar el camino del barco que lleva a buen puerto; no le hubiera ayudado a morir antes de tiempo, sino a vivir (como tantos hicieron durante años, efectivamente). Hacer morir a un moribundo o inválido, aunque él así lo pida, no es compasión, ni mucho menos Amor. Amor es acompañarlo padeciendo y amando con él (com-padeciendo); eso es verdaderamente digno y da dignidad. No podemos llamar AMOR a cualquier cosa, AMOR es una palabra Sagrada pues Dios es AMOR.
Aclaremos, no obstante, que tanto los cuidados paliativos como la ortotanasia (dejar morir a su tiempo, sin ensañamiento terapéutico) sí son moralmente correctas, aunque no lo sean ni el suicidio ni el homicidio.
“Mar Adentro” parece ser, pues, una obra de arte al servicio de una mala causa. Su protagonista me parece más digno de oraciones y compasión, que de emulación. Yo prefiero seguir el ejemplo de Jesús, y de otros muchos que, con Él, han elegido el camino de la Vida y de la verdadera libertad.
Pido pues a María Santísima, modelo de confianza en Dios, que nos haga a todos capaces de vivir caminos de Vida y no de muerte y destrucción. Y a San José, patrón de la auténtica buena muerte, que nos la obtenga, llegado el momento.


¿QUIERES CANTAR EN EL DOLOR? (click aquí)

¡OJALÁ ALGUIEN HUBIERA AVISADO DE LA LLEGADA DE LA OLA DEVASTADORA!


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No es cristiano abstenerse de ayudar a las víctimas del maremoto del pasado mes de diciembre en el sudeste de Asia. No es cristiano pensar que eso es cosa sólo de los Gobiernos o de los demás. A menudo resulta mucho más fácil creer en Dios (cuanto más lejano mejor) que sentirnos y vivir como hijos suyos. Ser hijo de Dios comporta tener la misma escala de valores, el mismo querer y actuar que Él (en la medida de nuestras limitadas posibilidades). El hecho de tener a Dios como Padre, implica que los demás son hermanos nuestros. No es aceptable que en una familia unos hermanos hagan fiesta grande o vivan inmersos en la frivolidad, mientras otros sufren tanto (y esto también en nuestro propio País). No es aceptable la frase de Caín: “¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?” (Gen. 4,9).
Todos podemos ayudar, os sugiero ideas: ante todo, rezar tanto por los difuntos como por los supervivientes, así como por todas aquellas personas de las que dependen las acciones destinadas a mejorar las condiciones de vida de las víctimas; rezar para que Dios mueva a la generosidad a todos los corazones de las personas, no sólo para esta emergencia, sino también para todas las necesidades de la Humanidad; ofrecer Misas en sufragio por las almas de los difuntos, pues sabemos que la vida no acaba con la muerte; ofrecer también las indulgencias plenarias que se han concedido a los actos de adoración, etc. con ocasión del Año de la Eucaristía. Quien pueda, que ayude económicamente, sabiendo que hay muchas instituciones eclesiales que trabajan habitualmente en la zona y lo distribuirán con toda efectividad.
Ante la ingente magnitud de la tragedia y los terribles sufrimientos que se derivan de ella para un número tan grande de personas; ante las graves consecuencias que tardarán tanto tiempo en poderse superar y, en muchos casos serán ya irreversibles en esta vida; no podemos dejar de pensar cuan bueno hubiera sido que se hubiera avisado de antemano del tsunami y se hubieran podido tomar las medidas pertinentes. Ojalá todos hubieran podido huir como lo hicieron los elefantes alertados por su sexto sentido. No quiero detenerme ahora en los detalles de las responsabilidades, sino dirigir la atención a otro terreno. Existe en nuestro mundo de hoy, a nuestro lado mismo, otra temible ola que se acerca y que ya hace tiempo que está ahogando a personas, destruyendo vidas, sepultando las almas...se trata de esta ola de mentiras que podríamos resumir bajo el nombre de “cultura de la muerte” porque roba la vida a todo lo que toca. Coge desprevenidas a las personas que no están moralmente bien formadas y, sobre todo, que no se apoyan en la Roca firme que es Jesús.
Nos dicen que el aborto es “la interrupción del embarazo”, cuando en realidad es un crimen, del cual todos padecen gravísimas consecuencias después; pero eso no se avisa. En vez de ayudar a solucionar el problema de la mujer que espera el hijo, como sería lo más normal, nos “venden” que lo que se ha de hacer es eliminar el niño. Igualmente, en vez de educar los más jóvenes a fin de madurar su psico-afectividad, se los quiere condenar a graves problemas posteriores, violando las etapas naturales del desarrollo, que reserva la intimidad sexual a su ámbito específico y exclusivo: el matrimonio. Se nos explica el “cuento chino” de que los niños en los inicios de su vida no lo son, sino que son “preembriones” (la palabra se la inventan) y que se les puede utilizar como objetos de experimentación, o para unos supuestos tratamientos médicos, aún inexistentes. En realidad éstos se pueden llegar a lograr mejor con otras células madre adultas (no extraídas de embriones). Se oscurece todo con palabras técnicas para que no se vea claro lo evidente: que nunca será lícito acabar con la vida de una persona (asesinarla) para curar, o intentar curar a otra. Se nos plantea como una buena obra, hecha por compasión, arrebatar la vida a una persona que sufre gravemente; cuando la verdadera compasión, el Amor, como todos sabemos, consiste en ayudarla a vivir, aliviando en lo posible su padecimiento y soledad. No es nunca lícito, para eliminar el sufrimiento, eliminar a la persona que padece, ¡menudo disparate! Y así, un largo etc. de errores y ocultaciones de la verdad.
Nosotros somos los que tenemos que dar la voz de alarma en este “tsunami espiritual”, que quiere convertir nuestra sociedad, y de hecho lo está haciendo, en una especie de casa de los horrores. Se están sustituyendo los sentimientos y actitudes humanas, por el puro provecho mercantilista, y la utilización de las personas como objetos de usar y tirar.
Es urgente que despertemos, hace falta que cada cual pida al Espíritu Santo qué puede hacer para evitar las consecuencias, que llegarán a ser catastróficas, y ya lo están siendo, de esta manipulación tan descarada de la verdad que nos están ejerciendo.
Había una “tira” de “Mafalda” (personaje del humorista Quino) en la cual se veía un anciano que miraba escandalizado a un joven vestido con la moda “hippie” y decía: -“esto es el acabose”, y Mafalda le respondía:-“no, esto es el continuose del empezose de ustedes”. La indumentaria, que en sí misma, no tiene nada de malo, sólo me sirve como anécdota para ilustrar la idea que os quiero comunicar: de nosotros depende el futuro de nuestra Humanidad, depende de que nosotros lo pongamos en manos de Dios. Nosotros somos los centinelas del mañana (nos lo ha dicho el Santo Padre). Y Jesús nos repite muchísimas veces en el Evangelio la necesidad de estar alerta (velar), abiertos a la Voluntad, al Amor de Dios y a su acción en nosotros en cada momento. Nos dice: “Dichoso el siervo aquel a quien, al venir su amo, hallare que hace así” (Mt. 24, 46).
En este año de la Inmaculada, pidamos a María que nos haga velar en el Amor, como Ella lo hizo toda su vida.

JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ. PERO... ¿ ES POSIBLE LA PAZ?


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En estas fechas, podremos volver a ver las imágenes de la conexión de “eurovisión” en las retransmisiones religiosas y musicales; y de nuevo, la conocida bandera de la Unión Europea. ¿Conocemos su historia?El año 1955, la UE existía sólo bajo la forma de la Comunidad Europea del acero y reunía seis estados miembros. El Consejo de Europa (otro organismo que se había creado para defender los derechos humanos y promover la cultura europea) estaba buscando un símbolo. De entre 101 proyectos, se escogió el actual: un círculo de doce estrellas doradas sobre fondo azul. El Consejo de Europa animó a otras instituciones europeas a adoptar la misma bandera y el Parlamento Europeo la aceptó el año 1983. El año 1985 los Jefes de Estado y el Gobierno de la UE la adoptaron como emblema oficial. Todas las instituciones europeas la utilizan desde el año 1986. ¿De dónde vino la idea? Su diseñador Arsène Heitz explicó: "Me han pedido que diseñe la bandera de Europa. De pronto, me ha surgido la idea de poner las doce estrellas de la Medalla Milagrosa de la rue du Bac (de la cual estaba leyendo la historia de las apariciones) sobre un fondo azul, el color de la Virgen Santa”. Se sabe también que R.Schuman y K.Adenauer rezaron juntos en la catedral de Estrasburgo ante la imagen de la Virgen Inmaculada, coronada con doce estrellas, antes de defender el proyecto ante el Consejo de Europa. Ni las estrellas ni el azul de la bandera son propiamente símbolos religiosos, lo cual respeta las conciencias de todos los europeos. Así, cuando Paul M. G. Lévy tuvo que explicar a los Miembros de la Comunidad Económica el sentido del diseño, interpretó el número de las doce estrellas, como "guarismo de plenitud", puesto que en los cincuenta no eran doce ni los miembros de este Consejo, ni los de la UE (por lo tanto, el número de estrellas no cambia con las ampliaciones de la UE). Sin embargo, en el alma de Heitz habían estado presentes las palabras del Apocalipsis: “Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida del sol con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en la cabeza” (Ap. 12,1). Y, sin darse cuenta quizás, los delegados de los ministros europeos, adoptaron oficialmente la enseña en la fiesta de la Señora: el 8 de diciembre de 1955. ¡Muchas casualidades! Descubriremos fácilmente la sonrisa y el afecto de Nuestra Madre, la Reina de Europa, Reina de la Paz dispuesta siempre a ayudarnos. El día 1 de enero celebraremos la Jornada mundial de la Paz, y del 18 al 25 de enero la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, bajo el lema: "Cristo, fundamento único de la Iglesia" (Cf.1 Cor 3:1-23). ¿De dónde vendrá la Paz, la Unidad en Europa, entre los cristianos, en casa, si cada uno piensa a su manera? La única Paz verdadera vendrá del Espíritu Santo, pues Él es el único que sabe dónde está la felicidad de cada uno. En Él no caben egoísmos ni partidismos, ni la opresión ni la injusticia. Pidamos a María, su Esposa, que nos obtenga los dones del Espíritu Santo. Nos hace falta su luz para actuar bien en nuestra vida, especialmente a aquellos que nos gobiernan y nos apacientan. No los critiquemos, pidamos que el Espíritu Santo los ilumine y conduzca siempre. Una madre ha silenciado las peleas egoístas entre los Parlamentarios; todos lo hemos visto, no ha necesitado gritar ni amenazar, nos ha presentado el dolor de su corazón, un dolor que es una verdad: Jesús sufriendo con quien sufre. Otra Madre nos presenta el Dolor por su Hijo, que ha nacido en Belén para morir por nosotros. En este Año de la Inmaculada que han convocado los obispos españoles, oremos y sintamos junto a esta Madre, Reina de la Paz; sólo Dios-Amor acallará las guerras, todas nuestras guerras, desde la interior, hasta las internacionales. ¡Os deseo a todos Feliz y Santo Año 2005!

Wednesday, March 09, 2005

(...)APARECIÓ EN EL CIELO (...) UNA MUJER VESTIDA DEL SOL, Y LA LUNA DEBAJO DE SUS PIES, Y EN LA CABEZA UNA CORONA DE DOCE ESTRELLAS (Ap. 12, 1)


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Este año celebramos el 150 aniversario de la solemne definición dogmática de la Inmaculada Concepción de María, hecha por el Beato Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854 a la Bula Ineffabilis Deus. Este Dogma de Fe, que todos los fieles debemos creer, declara que María Santísima, por una gracia singular de Dios, fue preservada de todo pecado desde el momento de su concepción1. Dios la eligió gratuitamente a Ella para ser la Madre de su Hijo y, en previsión de su Maternidad Divina, la redimió de antemano, dándole, por los méritos de Jesús Salvador del género humano, la perfecta pureza y plenitud de Gracia que requería su excelsa misión.
Más adelante, María, concibió y acogió a Jesús en su Corazón antes que en su cuerpo (en la Encarnación), porque estaba llena de la Gracia de Dios y vacía de cualquier otra cosa. Ella nos muestra con su ejemplo cómo es necesario quitar del corazón toda impureza a fin de que el Señor pueda vivir y traernos la salvación.
Estando aún Jesús en el Seno Virginal de María, la Sagrada Familia viajó a Belén, obediente al edicto del César. “(...) hallándose allí, le llegó la hora del parto. Y dio a luz a su hijo primogénito, y envolvióle en pañales, y lo reclinó en un pesebre, porque en el mesón no había lugar para ellos.”(Llc.2, 6- 7). Los familiares y conocidos no se atrevieron a acogerlos, temerosos de Herodes. La posada estaba atestada y no había "reservados" para la gente humilde. Tan solo encontraron, finalmente, una cueva que era pobre, pero ajena a aquel ajetreo.
No nos creamos nosotros mejores que los poco hospitalarios betlemitas de entonces: Jesús viene cada día a nuestros altares (por el maravilloso milagro de la Consagración) y permanece. Quiere habitar personalmente en cada corazón a lo largo de cada instante de nuestra jornada. Pero también estamos demasiado llenos de cosas muertas y de nosotros mismos, o tenemos miedo de no estar a tono con el ambiente. Tampoco nos abrimos lo suficiente a todas las pobrezas (materiales o espirituales) de los hermanos. Quizás sí que hayamos acogido ya a Dios en el corazón, pero aún lo tenemos lleno de trastos y suciedad que son obstáculo para una vida totalmente disponible a la acción del Espíritu Santo.
Sin duda José limpiaría la cueva de Belén a conciencia y María la arreglaría cuidadosamente. Ayudémosles, pues, a preparar en nuestro corazón una cuna para el Niño Jesús, acogedora, limpia y tierna...
María Santísima fue la única preservada del pecado, ¡no nos sorprendamos nosotros al hallarnos pecadores! Hagamos, pues, unas buenas Confesiones, poniendo a los pies del sacerdote (que nos perdona en Nombre de Jesús) todo aquello que nos aleje de agradar a Dios y vivir en su Voluntad, su Amor, que incluye todas las criaturas. ¿Quién no se acercará con confianza al pequeño Niño Jesús, Príncipe de Paz, para pedirle que le reconcilie con la Santísima Trinidad y con la comunidad de hermanos? Sólo cuando el Amor de Dios habite en nosotros podremos ser testigos, constructores y transmisores de la Paz Divina. Al experimentar la liberación de nuestros pecados por la Gracia de Dios, nos volveremos, también nosotros, misericordiosos.
María no se quedó este gran regalo de Dios para disfrutarlo Ella sola, sino para darse totalmente; agradecer a Dios sus dones implica compartirlos. Por eso cuando nos consagramos a Ella nos lleva de la mano y nos allana el camino para que lleguemos también nosotros a vernos libres de la esclavitud del pecado y ser perfectos en el Amor.
¡Os deseo unas Santas Y Felices Navidades con Jesús, María y José!
1.-la concepción es el preciso instante en el que empieza la vida humana, en cuanto se han unido el óvulo y el espermatozoide para formar el zigoto que se une inmediatamente al alma creada por Dios.

¡CUANDO SUBEN LAS AGUAS DEBEMOS APRENDER A NADAR!


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Un niño juguetón bromeaba con uno más pequeñito: “A ver, ¿cuántos dedos tienes en ambas manos?” “Diez”-decía el otro-. Y el mayorcito: “Pues yo te demostraré que no: diez, nueve, ocho... (empezó a contar desde el dedo meñique al pulgar de la mano izquierda) siete y seis...¿no? pues, seis más cinco (que tienes en la otra mano) suman once. ¡Tienes once dedos, peque!”. El pequeño se rompía la cabeza en vano para entenderlo, pues su inteligencia todavía no estaba lo suficientemente desarrollada por descubrir la argucia.
La aparente lógica de las cosas puede llevar a muchos engaños y no podemos bajar la guardia. Vivimos en una sociedad en la que se entremezclan grandes adelantos en la sensibilidad de las personas para comprenderse y amarse mejor, con grandes demagogias que promueven el error y la degradación del ser humano. Estas últimas tienen a veces una apariencia de bondad y verdad que es muy peligrosa.
Tomo como ejemplo la “tolerancia”. Puede significar aquella actitud de respeto a las opiniones de otros; o permitir algo que no se tiene por lícito sin aprobarlo expresamente. Es muy cierto que grandes dosis de esta actitud son necesarias para la convivencia. En estos casos el respeto exige que la tolerancia sea recíproca. Pero también hay una acepción de la palabra que consiste en ese acostumbrarse a ciertas dosis de ponzoña o drogas sin percibir su efecto. Nos podemos acostumbrar a este veneno que se nos va inoculando en el subconsciente mediante películas, eslógans, canciones, etc., y perder el discernimiento.
No todo lo que parece razonable o es emotivo, es bueno. Las pasiones, o una conciencia equivocada, también ciegan a veces la razón y el sentimiento. En ocasiones la palabra “tolerancia” se utiliza como máscara por aquella actitud que consistiría en decir: “hacemos un pacto: yo callo ante tus egoísmos y errores y así tú callas ante los míos, no fuera a ser que yo quedara en evidencia o me complicara la vida comprometiéndome demasiado”,
Nosotros somos cristianos y no nos podemos dejar llevar por los mismos criterios del materialismo o hedonismo de moda. El mundo natural, sin el Sobrenatural, se desnaturaliza.
Deberíamos hacer un especial esfuerzo por formarnos en nuestra Fe. Cada cual tendría que tomar como responsabilidad propia su madurez cristiana. Estudiar lo que dicen el Magisterio de la Iglesia, el Catecismo, etc. Necesitamos una ayuda muy especial de Dios mediante los Sacramentos, la oración...Pedir al Espíritu Santo que nos construya un “radar” interior que dispare la señal de alarma en nuestro interior cuando nos estén llegando criterios erróneos.
Como cristianos, creo que deberíamos usar más a menudo la palabra “Amor” que la palabra “tolerancia”. El Amor enseña la verdad a quien no la conoce, desea y procura la salud de aquel que no la tiene; muestra al amado aquello que no está bien y le acompaña para mejorar. Esto lo saben todos los padres y madres: muchas veces un “no” es más valioso que un permiso, una corrección a tiempo ayuda a la buena formación y felicidad futura.
Pero toda corrección se ha de hacer desde el Amor, con los ojos de Jesús que tiene un inmenso Amor por el pecador aunque no quiere el pecado.
No podamos dejar que se sigan dando por buenos errores y desórdenes tan grandes como se están difundiendo, y mucho menos, dejarnos contagiar de estos criterios equivocados; los cristianos tenemos respuestas (no recetas ni eslógans) a las cuestiones que la sociedad y las personas se plantean. Y sabemos que sólo la Verdad nos hará libres. Si callamos nos haremos cómplices de la mentira.
Que Jesús, el Camino, la Verdad y la Vida nos de las gracias que necesitamos para ser valientes y atinados en estos momentos, todo por manos de María Santísima.

Thursday, March 03, 2005

AHORA ES EL MOMENTO DE VOLVER A EMPEZAR Y SER TAN CLAROS COMO LOS NIÑOS


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No sabría decir exactamente el por qué, pero me hacía gracia aquel anuncio emitido por televisión a lo largo del último verano, a fin de que tomáramos conciencia de la necesidad de no ensuciar las playas. Se trataba de lo siguiente: un chico y una chica estaban tumbados en la playa tomando el sol. Entonces él enterraba una colilla de cigarrillo en la arena y ella reaccionaba muy contrariada: "-Pero, ¿qué haces?". Cuándo él, displicente, respondía: "- ¡Bah, la arena se lo traga todo!", se abría la arena bajo él y se lo engullía repentinamente...Con una demostración al estilo de reducción al absurdo, el anuncio nos hacía ver cuán inadmisible es la excusa que ponemos a veces para ser perezosos, sucios y incívicos. (¿Cómo se lo va a tragar todo la arena?)

No abordaré ahora el tema de cómo ensuciamos injustificadamente los lugares públicos porqué es evidente para todos. Esta dejadez me parece, más bien síntoma de otro mal más profundo. Muchas veces vivimos como si hubiera un especie de "agujero negro" moral a nuestro lado que se tragara todos nuestros actos y pensamientos, buenos y malos.

Decimos: "- ¿De qué sirve que yo sea honrado, paciente, fiel, caritativo...?" y también: "- Hago esto y lo otro malo pero... ¿quién lo ha de saber?, como me escondo ¡nadie lo ve!"

Un momento (y más de uno)de desaliento lo tenemos todos, se trata entonces de recuperar fuerzas, no de rendirse del todo; pero cuando la nuestra es una actitud sostenida de autoengaño, creo que nos beneficiaría mucho poner remedio.

Muchas personas ven lo que hacemos. En primer lugar, Dios lo ve todo; Él está pendiente de todas nuestras cosas igual que una madre observa amorosa cada gesto de su niño pequeño. Le gusta que hagamos cosas buenas y le entristece y ofende que las hagamos malas. Lo ven también todos los Ángeles y los Santos, en particular, nuestro Ángel de la Guarda. Tengamos por cierto que el bien o el mal que hagamos influirá en todos nuestros hermanos, directa o indirectamente, puesto que todos formamos parte del mismo Cuerpo.

Finalmente, lo vemos nosotros, que no es poco. Porque nuestra conciencia (iluminada por Dios) nos ayuda a ser felices, descubriéndonos la verdad sobre nosotros mismos. No es posible ser feliz fuera de la Verdad. Si le hacemos caso, cada vez viviremos una vida más limpia, más recta y más llena de Amor, cerca de Dios y de los hermanos. Si no, intentaremos acallar esta voz interior y cada vez nos será más difícil. Tendremos que vivir siempre huyendo de nosotros mismos y de cualquier amistad verdadera. Estaremos siempre desasosegados y la angustia crecerá... ¡Vaya ganas de vivir así! ¡La solución la tenemos tan cerca!

Pidamos perdón del mal que hemos hecho, primero a Dios, y si hace falta, a los demás, y volvamos a empezar! Dios saldrá corriendo con los brazos abiertos, y nos perdonará y olvidará todo el mal que hayamos podido hacer, por grave que sea, una vez nos confesemos y el sacerdote nos absuelva.

¡Son tan bonitas las reconciliaciones!: poder volver a empezar. Pero tras el perdón es mejor, el Amor es nuevo, mucho más alegre y tierno.

Quizás estás anhelando hacerlo pero te falta valor o diligencia, un empujoncito...

Necesitas a María. Ella te acompañará, te consolará y te obtendrá las fuerzas. ¡Tú pídele, que Ella no te fallará nunca!

Confiésate mejor hoy que mañana, y serás mucho más feliz, que al fin y al cabo es el que todos anhelamos.






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Wednesday, March 02, 2005

"CANTAD AL SEÑOR UN CÁNTICO NUEVO, CANTAD AL SEÑOR EN TODA LA TIERRA" (Sal 96, 1)


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¿No os ha pasado nunca que queréis recordar una melodía y no hay manera de que os venga a la memoria? A mí me pasa muy a menudo. Pero si se trata de una canción que realmente había conocido, yo diría que siempre me acaba sonando interiormente, como si lo hiciera de una manera espontánea, aunque sea al cabo de unas horas. Muy al contrario acontece con la letra. Si hace mucho que no canto la pieza, uf! o bien no la recuerdo nada, o bien la tengo desfigurada, cambiando palabras o el orden de las frases.

Hay un misterio en la música, es como un aroma suave que todo lo penetra. Tiene como una puerta privilegiada de acceso a nuestro corazón, a los sentimientos, las emociones y, a veces, hace evocar muchas cosas. A menudo se nos pega una tonada que hemos oído de pasada y no sabemos ni por qué.

Se me representa la vida como una canción. La letra serían las actividades, la profesión, los detalles que acontecen en el tiempo...La melodía, el corazón que ponemos en aquello que hacemos; y tendría la sonoridad de allí donde lo ponemos cuando hacemos las cosas. Si al vivir no ponemos el corazón, nuestra vida será una letra sin canción, como sin aroma. Y, cuando hablo de poner el corazón, no me refiero a unos sentimientos más o menos superficiales, o la emoción que pasa, sino al Amor. Este Amor es un acto de la voluntad y del alma, no siempre va acompañado de emociones agradables o de "campanitas" y "lucecitas".

Si, en nuestra vida, dirigimos el corazón sólo hacia las cosas materiales o hacia nuestro egoísmo, la música será de esas tan carrinclonas y pesadas que al cabo de dos minutos no hay quien las aguante. Es que no parecerá ni música, sino más bien ruido.

Pero si hacemos las cosas por Amor a Dios, y en Él, por Amor a los otros, nuestra música será de aquéllas que da gusto escuchar y bailar, de aquéllas que uno tararea constantemente porque hacen mucha compañía y arrullan al alma.

Si cada uno acertase de veras con su melodía sucedería ese milagro precioso que se denomina armonía: ese conjunto de voces que, escuchadas simultáneamente, son mucho más que la suma de todas ellas.

Pero cuesta mucho afinar la propia melodía, cuesta encontrarla interiormente para cantarla con todos los armónicos y la sonoridad que requiere. Es necesaria una gran dedicación a fin de escuchar internamente las voces de los otros (de los que no desafinan, claro está) y escuchar y practicar interiormente muchas veces la propia partitura. Hace falta ORAR, dicho en una palabra.

Orar con todo el corazón, con el fondo del alma, yo lo definiría, de alguna manera, como ponerse ante Dios, en silencio, con toda la atención para escuchar y aprender de Él nuestra melodía, la que Él quiere que pongamos a nuestra vida...Hace falta afinar cada vez más el oído para oír su voz, que hace resonar así en nuestro corazón, su CANCIÓN DE AMOR.

Creo que también estaría muy bien recuperar esa costumbre tan arrinconada de cantar. Cantar mientras hacemos las tareas del hogar, cantar con los hijos, e las reuniones familiares o de amigos, cantar en la ducha, si queréis...Y orar cantando, que ya lo decía San Agustín: "quien canta, ora dos veces".

Es triste un lugar dónde no se oyen los gorjeos de los pájaros, no es una buena señal. Mucho más triste aún es una sociedad dónde no se oye cantar. Y si no existe la canción interior, la del Amor con que se hacen las cosas, no es sólo triste, sino que es totalmente vacía.

¡Quien puede dudar de que María será nuestra mejor Maestra de canto!. Hagamos ejercicios con Ella, entonando en su compañía el bello Cántico del Magníficat


Monday, February 28, 2005

"VOSOTROS, ESTAD ALERTA (...)" (Lc 21,34)


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Cuando el Maligno inauguró el plan con el que pretendía arruinar el destino de felicidad que Dios tenía preparado para la Humanidad, comenzó con una mentira. Dijo a Eva: "-Así, ¿Dios os ha dicho que no comáis de los frutos de ningún árbol del jardín?" (Gen 3, 3). Como sabemos, Dios no había dicho eso, sino: "-Puedes comer de los frutos de todos los árboles del jardín. Pero no comas del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, porque el día que comas, ten por cierto que morirás." (Gen 2, 18). Con esto, ya empezó a confundir a Eva, pues la cogió desprevenida. Después continuó mintiendo, diciendo que lo que Dios había dicho era un engaño, que lo que pasaría al comer era que seríamos como dioses (Gen 3, 5).

La estrategia diabólica no ha variado en todos estos años: nos quiere liar la mente, después la voluntad y el corazón con mentiras, medias verdades y calumnias a Dios y a los que le son fieles.

Os pongo un ejemplo: ¡En cuántos anuncios, frases hechas, etc. encontramos la idea de "caer en la tentación" como si fuera una cosa buena, divertida, y la única manera de sacar algo agradable de la vida! Pues el engaño es doble:

# En primero lugar, que de divertido y bueno, no tiene nada el hecho de pecar o llevar a cabo las acciones que propone el Maligno; siempre suponen un gran sufrimiento para alguien, y nuestra destrucción. Si alguna vez dudamos de esto, pensemos solamente en el inmenso y horrible sufrimiento que provocaron los atentados de Madrid; y sobre todo, en la dolorosísima Pasión que Jesús padeció para salvarnos del pecado. Tú y yo le escupimos, flagelamos y crucificamos también, con nuestras malas acciones.

#En segundo lugar, es una gran mentira, y tristemente bastante difundida entre los cristianos, decir que Dios sólo quiere que suframos y que cualquier cosa que nos guste es pecado y, por esto, la tenemos que hacer de espaldas a Dios. Estemos muy alerta con esto porque es una mentira muy peligrosa, equivalente a decir que Dios había prohibido comer los frutos de cualquier árbol. No, Dios ha creado un mundo precioso y quiere que gocemos en él y seamos felices. Lo único que quiere evitar es que nos autodestruyamos, haciéndonos esclavos de las cosas o de las personas. Porque Él sabe que las cosas o las criaturas no pueden llenar del todo nuestro corazón, sino que sólo Él puede hacer lo. Dios quiere que no caigamos en el desorden, sino que conservemos la auténtica escala de valores en la cual Él está el primero. Esto lo quiere porque nos conoce perfectamente, pues nos ha creado como somos, y sabe que sólo así seremos felices.

Imaginemos que nuestro hijo pequeño quiere comer una galleta y, en vez de pedírnosla con confianza y sencillez, nos roba el dinero, se compra una caja a escondidas y se al traga con avidez y desaforo, casi ahogándose, escondido bajo la cama. Esto nos pondría muy tristes: primero porque el niño se pondría enfermo, también porque nunca le hemos negado comida, ni siquiera alguna golosina de vez en cuando... ¿Es que no confía en nuestro Amor, en nuestro criterio? Pues a Dios también le entristece mucho que nos dejemos engañar por nuestro Enemigo y pensemos que sólo de espaldas a Él podamos tener algo que nos guste. Él querría que le pidiéramos sencillamente las cosas y disfrutáramos agradecidos de ellas cuando nos las concediera. Velemos y oremos para no caer en la tentación. Dios no nos quiere amargados, ni infelices y tristes; ni tampoco esclavos de los engaños que nos destruyen.

Para saber dónde está la verdad, hemos de estar siempre muy unidos de corazón, en la oración a Aquél que es la Verdad: Jesús, y a María que tiernamente cuida de nosotros.


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