¡DUC IN ALTUM! / "Siguiendo tu palabra echaré las redes" (Lc 5, 4-6)

CURSO 2004-2005

Sunday, May 22, 2005

EL MINISTERIO PETRINO NO ES UN EJERCICIO DE PODER, SINO DE AMOR


Posted by Hello
“Mi verdadero programa de gobierno es no hacer mi voluntad, no seguir mis propias ideas, sino ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor y dejarme conducir por Él, de tal modo que sea Él mismo quien conduzca a la Iglesia en esta hora de nuestra historia.”
El Papa Benedicto XVI pronunciaba estas palabras en la homilía de la Misa de inicio del Ministerio Petrino del Obispo de Roma (inicio oficial del Pontificado).
Y, en la Misa de toma de posesión de la Cátedra como Obispo de Roma, en la Basílica de San Juan de Letrán, decía: “El poder conferido por Cristo a Pedro y a sus sucesores es, en sentido absoluto, un mandato a servir. La potestad de enseñar, en la Iglesia, comporta un compromiso al servicio de la obediencia a la fe. El Papa no es un soberano absoluto, cuyo pensamiento y voluntad son ley. Por el contrario, el ministerio del Papa es garantía de la obediencia a Cristo y a su Palabra. (...)De este modo, su poder no está por encima, sino que está al servicio de la Palabra de Dios, y sobre él pesa la responsabilidad de hacer que esta Palabra siga haciéndose presente en su grandeza y resonando en su pureza, de manera que no se haga añicos con los continuos cambios de las modas.”
Dios es la Verdad y se nos ha revelado, mediante la Encarnación, en Jesucristo. Él se ha hecho Esposo de la Iglesia, comprometiéndose a no abandonarla nunca (Cf. Mt. 28, 20) y que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella (Mt. 16, 18). Los católicos, miembros de esta Esposa de Cristo (Ap.19, 7), tenemos, pues una gran responsabilidad: custodiar y transmitir a todos los hombres este tesoro que nos ha sido confiado (nuestra Fe). Nosotros no somos los amos de esta Verdad de modo que la podamos modificar a nuestro gusto para caer más simpáticos o ser más populares. Tampoco podemos sentirnos superiores a los demás por haber sido agraciados con la pertenencia a la Iglesia. No, no somos propietarios, sino servidores. Así pues debemos profundizar cada vez más en su conocimiento y vivencia, y procurar no adulterarla con nuestras propias ideas que quieren rebajarla y aguarla para nuestro propio beneficio.
La persona que tiene un trato asiduo, real y vital con Dios, va descubriendo su propia verdad, el estado de su corazón y su vida en contraste con Jesús, que es el único que ha dado plenitud al ser humano. En esta relación auténtica, se nos va manifestando nuestra gran pobreza, nuestra miseria ante la Perfecta Belleza y Riqueza infinita de Dios. La constatamos muchas veces, incluso ante situaciones cotidianas, las otras personas... Ante ese gran contraste entre lo que somos y lo que tendríamos que ser, nos puede invadir la tentación de querer construir a Dios a imagen nuestra y no a la inversa. Como Adán hizo al experimentar su desnudez y el pecado que le remordía la conciencia, queremos escondernos de Dios (Cf. Gen. 3, 10). Y aquí es dónde empieza nuestro fracaso; cada cual según su “creatividad” personal genera excusas, mentiras, vicios, odios...
El secreto para salir de esta maraña que nos envuelve, es conocer la infinita Misericordia de Dios y cuánto nos ama. Él no ha venido para juzgarnos sino para salvarnos; para enriquecernos con sus propias riquezas y borrar nuestros pecados, para vencer el mal con su Amor.
Que Dios sea misericordioso, no significa que nos diga que todo lo hacemos bien, que no hay pecado, que es indiferente el bien del mal; esto sería ser mentiroso, ciego, o tonto, no misericordioso. Quiere decir que si le presentamos nuestras miserias y le abrimos nuestras heridas, Él nos las curará con infinito Amor y ternura. Quiere decir que su Espíritu Santo tiene el poder de hacer milagros, de hacernos cambiar a una vida nueva, libre, según el querer de Dios, para devolvernos nuestra auténtica identidad. ¡Dios puede y quiere hacernos felices si le abrimos las puertas del corazón!
Para dar este paso nos hace falta humildad. Pidamos a Dios por manos de María: “Señor, haznos humildes para poder poner nuestra verdad en tus manos y ser dóciles a tu Espíritu de Vida”.
Cuando empiezo a pensar que las verdades que enseña la Iglesia son opinables o que, en realidad, el concepto de bien o mal es relativo a la subjetividad de cada cual, tendré que comenzar a sospechar que la soberbia me está tentando a creer que soy amo de la Verdad y no su servidor.
Quien se ha puesto en camino de conversión, quien ha entrado en la Voluntad de Dios, ve claramente que no decir la verdad al hermano es no amarlo, que si uno no le dice lo que está bien y lo que está mal (no según el propio criterio, sino el de la Verdad revelada del que la Iglesia es custodia) le está estafando. Igualmente verá que la Verdad no se impone sino que se propone con respeto y amor. Y sobre todo, atrae con el ejemplo cuando se vive.
Quien se siente servidor de la Palabra sabe que nadie puede despreciar a nadie, pues todos somos ovejas perdidas en el desierto que no podemos reencontrar el camino si no es por Cristo, el Buen Pastor que ha dado su vida por rescatarnos (Cf. Jn. 10, 11), como nos recordaba el Papa en su homilía de inicio del Pontificado.
Quien ha comprobado las maravillas que el Espíritu Santo puede obrar levantando las almas del lodo, las maravillas del Amor de Dios que se comunica por los Sacramentos y la oración, no podrá decir nunca a un hermano que no puede cambiar, que si él es así, no hay nada que hacer...Eso sería cerrarle las puertas a un gran tesoro: la gran Misericordia de Dios. Para Él no hay miseria lo bastante grande para no ser como una gota de agua que se disuelve en el océano de sus riquezas.
Quien conoce la alegría y el poder del abrazo de Dios en el Sacramento de la Reconciliación, no puede sino gritar a todos: “¡Creed, probad...y veréis!”


Posted by Hello
Doy muchas gracias a Dios por el don que nos ha hecho al procurarnos un Pastor, un Papa humilde y lleno de amor a Dios y a los hombres. Un Papa que quiere hacer la Voluntad de Dios que es la mejor garantía de buen obrar.
Quiero ser una buena hija de este Padre Santo haciendo lo que él nos ha pedido a todos:
“Queridos amigos, en este momento sólo puedo decir: rogad por mí, para que aprenda a amar cada vez más al Señor. Rogad por mí, para que aprenda a querer cada vez más a su rebaño, a vosotros, a la Santa Iglesia, a cada uno de vosotros, tanto personal como comunitariamente. Rogad por mí, para que, por miedo, no huya ante los lobos. Roguemos unos por otros para que sea el Señor quien nos lleve y nosotros aprendamos a llevarnos unos a otros.”

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