¡DUC IN ALTUM! / "Siguiendo tu palabra echaré las redes" (Lc 5, 4-6)

CURSO 2004-2005

Friday, March 18, 2005

“EL RÁPIDO DESARROLLO”

EL SANTO PADRE NOS HABLA DESDE EL DOLOR, Y CON UNA NUEVA CARTA APOSTÓLICA
¡Gracias Juan Pablo II, muchas gracias!
Pese a tu malestar y agotamiento no has olvidado que el Señor te encomendó el cuidado de tus ovejas, hasta dar la vida, como Él (Cf. Jn 21, 15-18). Ahora nos exhortas desde la Cátedra del sufrimiento, evidenciando a nuestra Humanidad que la enfermedad, la ancianidad o la disminución física no quita nada a la dignidad inherente a cualquier ser humano. Nos muestras que nuestra vida de bautizados tiene que ser una ofrenda amorosa al Padre en unión al Sacrificio Redentor de Cristo, y cualquier lugar en el que nuestra vida transcurre, es nuestro altar. Tu voz profética (que habla en nombre de Dios) se nos comunica con la palabra más elocuente: la coherencia de vida, la entrega por amor al Amor en identificación al “sí” (fiat) de María. Al visitarnos, en el año 2003, nos dijiste: “con mis brazos abiertos os llevo a todos en mi corazón”; tú también estás en nuestros corazones. Queremos rezar por ti, pidiendo al Espíritu Santo que te conforte y asista muy especialmente en esta etapa de tu vida. Con nuestra oración te queremos ayudar a hacer lo que has hecho siempre: dar la vida para que los hombres conozcan a Jesucristo, su Salvador. En esta misión has invertido todas tus fuerzas y lo harás mientras Dios así te lo diga. Gracias, Santo Padre, por ofrecer todos tus sufrimientos por nosotros. Tu mano amorosa y firme de Pastor nos mueve a seguirte en tu caminar al encuentro de Jesús. Tu mensaje es claro: ¡Soy todo tuyo, Maria! ¡Abrid las puertas del corazón a Cristo, el Redentor! ¡No tengáis miedo! ¡Remad mar adentro! ¡Sólo se puede vencer el mal con el bien!
Para conmemorar el cuadragésimo aniversario del Decreto Conciliar “Inter mirifica” sobre comunicación social, el Papa ha escrito una nueva Carta Apostólica: “El rápido desarrollo”. En ella confirma la actitud positiva de la Iglesia hacia los medios de comunicación social y las nuevas tecnologías. Las considera "entre las cosas maravillosas que Dios ha puesto a nuestra disposición para descubrir, usar, dar a conocer la verdad; también la verdad sobre nuestra dignidad y nuestro destino de hijos suyos, herederos del Reino eterno". El conocimiento mutuo que favorecen, promueve que se pierda el miedo a lo diferente, y aumente la comprensión, pese a la diversidad. En este sentido pueden ser un instrumento de paz, enriquecimiento y colaboración interpersonal.
La influencia que tienen los medios de comunicación, especialmente la televisión, en este momento cultural, no tiene vuelta atrás. Para muchos de nuestros contemporáneos su búsqueda de la verdad está ligada a lo que ven en ellos y son su instrumento principal de información y formación, de orientación e inspiración para los comportamientos individuales, familiares y sociales. Sin embargo, cada día constatamos que, con demasiada frecuencia, se usan para difundir el mal, el error, y controlar el pensamiento de las personas a fin de favorecer oscuros intereses.
En lugar de lamentarnos, pasivos y acobardados, de los aspectos negativos de este progreso irreversible, hemos de descubrir dócilmente los signos de los tiempos, la llamada de Dios, y adentrarnos también en este nuevo “mar”, para poner su gran potencial al servicio del Bien. Confiando en el Espíritu, que es quien sostiene a la Iglesia, con nuestra libertad y responsabilidad, podemos cambiar el curso de la historia.
Nada humano hay que no esté hecho para ser configurado con Cristo y para Él. La felicidad eterna nace de vivir esta vida de una manera comprometida con el Amor. No valen evasiones o lamentaciones resignadas. También el mundo de los medios de comunicación necesita la Redención de Jesucristo.
La Carta Apostólica da unos consejos a los profesionales de estos medios. Pero también nos interpela a los demás. Hemos de desarrollar un espíritu de reflexión crítica y madura ante las informaciones que recibimos, y ayudar a los demás a hacer lo mismo, especialmente educar a los más jóvenes. Tenemos que participar más en las asociaciones de usuarios, espectadores y oyentes para expresar a los responsables de los medios, nuestro parecer y derechos, de manera eficiente y a la vez serena y amable. Individualmente podemos escribir cartas, sugerencias, elogios, etc. Todo, desde el respeto y espíritu constructivo. Seleccionemos los programas que veamos o escuchemos; también podemos procurar acceder y colaborar con las emisoras cristianas... Tengamos en cuenta las posibilidades de la prensa e Internet para comunicar valores humanos positivos y anunciar la Buena Nueva del Evangelio. Que nadie se sienta excluido de esta vocación y responsabilidad de aportar lo mejor de sí mismo y de su creatividad, para comunicar a todos los hombres el Amor de Dios y la perspectiva viva del Cielo [“lo que el ojo no vio ni el oído oyó, ni el corazón del hombre ha podido soñar” y que Dios tiene preparado para aquellos que le aman (Cfr. 1Cor 2, 9)].
Recordemos que todos tenemos a nuestro alcance dos herramientas de comunicación muy eficaces: la propia vida (el ejemplo coherente, la alegría y la humildad son misioneros poderosos que evangelizan silenciosamente) y la palabra. En los primeros tiempos de la Iglesia, la Buena Noticia se difundió por el método del “boca-oreja” (muy a menudo experimentamos cuan rápida y eficaz es esta forma de difundir noticias) Y, ¡mirad cómo se propagó, con el fuego del Espíritu Santo! ¿Estamos nosotros suficientemente llenos de Dios, y nos sentimos lo suficiente amados por Él, como para contagiar este entusiasmo? Reforcemos, pues, la oración. La comunicación personal con Dios es el primer y más necesario impulso para esta consagración al Bien de los medios de comunicación. No olvidemos que sin ella no se edifica nada bueno.

El Santo Padre nos dice: "¡No tengáis miedo de las nuevas tecnologías!" "¡No tengáis miedo de la oposición del mundo! [Jesús afirma: "Yo he vencido el mundo" (Jn 16,33)]. "¡No tengáis miedo de vuestra debilidad y de vuestra incapacidad!”. [Él nos dice: "Yo soy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20)].
Este año celebramos el Año de la Eucaristía. Adoremos y amemos a Jesús en el Santísimo Sacramento, y también a los miembros de su Cuerpo (nuestros hermanos) que necesitan de nuestro testimonio para conocer a su Salvador, Jesús, el Señor.
El Arcángel San Gabriel, patrón de las comunicaciones, anunció la mejor noticia a María, y Ella acogió la Palabra que se nos comunica, el Verbo Divino: pidamos la intercesión de los dos para ser canales transparentes y eficaces que comuniquen la Vida de Dios a todos nuestros contemporáneos.


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Thursday, March 10, 2005

Año de la Eucaristía: desde 2004 hasta octubre de 2005.


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El Santo Padre Juan Pablo II declarará este mes de octubre el inicio del año de la Eucaristía para la Iglesia Universal. Este acontecimiento será una gran oportunidad para profundizar y meditar en el Misterio Eucarístico, a fin de impulsar en el mundo la paz, la reconciliación y la justicia, frutos entre otros de la nueva evangelización y dar a la humanidad entera el alimento necesario, Jesucristo, para afrontar los retos del momento actual. Así podremos fortalecer nuestro sentido de responsabilidad respeto a la tierra actual.

La Eucaristía es fuente y cumbre de la vida de la Iglesia, pues la Iglesia vive de la Eucaristía. Es exigencia y modelo del compartir; el origen de donde brota toda evangelización.

En la Eucaristía tenemos a Jesús, su Sacrificio Redentor, su Resurrección, el don del Espíritu Santo; también la adoración, la obediencia y el Amor al Padre, hasta el extremo de dar la vida (Cf.
Jn 10, 17-18). Tenemos la Santísima Trinidad. Si descuidáramos la Eucaristía, ¿Qué remedio encontraríamos para nuestra pobreza?

Tras la consagración, el pan ya no es más pan, aunque lo parezca; en realidad, ya es el Cuerpo de Cristo, aunque no lo parezca. Igualmente sucede con el vino. Lo que comemos es más que cualquier otra cosa del mundo y que cualquier otro Sacramento: ¡ES DIOS MISMO! En la Eucaristía está real y verdaderamente Jesucristo como Dios y como Hombre. No es sólo una presencia imaginaria, ni espiritual.

La fuerza generadora de unidad del Cuerpo de Cristo es el antídoto de la acción disgregadora
de nuestro pecado. Sólo alimentados con el Cuerpo y la Sangre de Cristo y llenos del Espíritu Santo podremos llegar a formar un solo cuerpo y un solo espíritu.

Quien es consciente de estar en pecado grave, debe recibir el Sacramento de la Reconciliación al menos una vez al año, en peligro de muerte y antes de acercarse a la Mesa Sagrada de la Comunión. “Que cada cual se examine a sí mismo, antes de comer el pan y beber la copa” (Cf.
1Cor 11, 28)

"Si dijéramos que no tenemos pecado, nos engañaríamos a nosotros mismos, y la verdad no estaría en nosotros. Pero si reconocemos nuestros pecados, Él, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos purificará de todo mal." (1Jn
1, 8-9).

Dado que todos los fieles estamos llamados a la santidad, también es recomendable confesar los pecados veniales
.

No se trata de una pesada obligación. Consiste, más bien, en ejercer un feliz derecho que tiene todo bautizado. Verdaderamente ser cristiano es una puerta abierta a la esperanza y a la alegría, pues, cuanto más nos sepamos pecadores
, más liberados nos sentiremos de este pecado por Cristo.

La Eucaristía y la Penitencia son dos Sacramentos estrechamente vinculados entre sí. De la Eucaristía se deriva una exigencia constante de conversión y de respuesta personal a la exhortación
de San Pablo: Os lo pedimos en aras de Cristo: ¡dejaos reconciliar con Dios! (2Cor 5,20).

Bebiendo de un mismo manantial, de un “solo Espíritu” (1Cor 12, 13) se eliminan las rupturas entre Dios y el hombre, entre hermanos, un pueblo y otro; en definitiva, los del hombre consigo mismo, con su verdadera esencia. Así será factible el deseo de Jesús: “que todos sean”uno (
Jn 17, 21).

Encomendemos este año de la Eucaristía a María Santísima
, quien vivió en íntima comunión con Jesús, Verbo encarnado, a fin de que nos ayude, a todos los cristianos, a reconocer en la Eucaristía la presencia viva de su Hijo Divino, a acogerlo con fe e invocarlo con Amor; a fin de que, fortalecidos con el Pan Eucarístico, los cristianos no duden en ponerse al servicio del sus hermanos a fin de construir una nueva humanidad más justa y fraterna.

PUES YO, SI ME VOY MAR ADENTRO SIN BARCA...ME HUNDO


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Es casi imposible vivir en nuestro país y no estar empapado de los constantes elogios que hacen los medios de comunicación de “Mar Adentro”, última película del director Alejandro Amenábar. Se trata de una emotiva apología de lo que ya se ha hecho una costumbre denominar, erróneamente, eutanasia (buena muerte), llevada a cabo bajo el pretexto de presentar la biografía del señor Ramón Sampedro.
“El testimonio de un hombre que buscó la libertad a través de la muerte” es como formulan los autores la tesis de “Mar Adentro”. El argumento es el siguiente: Ramón lleva treinta años, tetraplégico, postrado en cama. Según él, su única ventana al mundo es la de su habitación, de cara al mar, ese mismo mar en el que tuvo un accidente al zambullirse, que lo dejó con una grave lesión medular. Su familia lo cuida. Desde el momento del trágico acontecimiento, su único deseo es acabar con su vida; según él, “morir dignamente” (¡cómo si el resto de las muertes, las no inducidas, no fueran mucho más dignas! o ¡como si vivir con una enfermedad o invalidez no fuera indiscutiblemente digno!). Con su cautivadora personalidad, intenta ganar para su causa a las dos mujeres que frecuentemente le visitan. Erróneamente cree que “sólo la persona que le ame de verdad, le ayudará a hacer realidad este último viaje” (suicidarse).
No estoy muy segura de que el señor Ramón Sampedro esté demasiado contento al ver, desde el otro mundo, hasta qué punto algunos sacan provecho económico, político y de gloria personal, de su terrible sufrimiento. No he visto la película, no me lo permiten ni la salud ni la economía; pero, aunque pudiera, no lo haría, ni recomendaría a nadie que lo hiciera, especialmente a un cristiano. Los cristianos hemos de tener muy en cuenta que, por el Bautismo, estamos consagrados a Dios; así, en conciencia, debemos escoger sólo aquello que nos acerca a Él, y rechazar el hacer (ver, leer, oír...) aquello que nos aleja, hace peligrar nuestra Fe, o sencillamente nos es inútil para lograr nuestra meta: la santidad. La influencia de esta película es moralmente peligrosa porque con la gran carga emotiva del drama personal del protagonista, nos hace bajar las defensas a fin de adoctrinarnos con ideas muy equivocadas.
En primer lugar hemos de tener en cuenta que se mezclan muchos conceptos. El caso de Ramón Sampedro es realmente insólito. Él nunca quiso desplazarse con una silla de ruedas, para adquirir una cierta autonomía, que es uno de los bienes más preciados para cualquiera que sufre una limitación física importante. No lo motivaban en absoluto las perspectivas de hacer progresos en su movilidad. Probablemente porque el primer problema al que tuvo que enfrentarse, fue la dificultad de superar el trauma de su accidente. A fin de sobrevivir emocionalmente, se aferró a esa idea fija de quitarse la vida, y no encontró otros caminos... ¿Por qué digo esto? ¿Acaso oso juzgarlo? Muy al contrario, me hago cargo perfectamente de hasta qué punto el hecho de ver rota la vida apenas estrenada la juventud, y sufrir las consecuencias, día a día, minuto a minuto, puede agotar las fuerzas psicológicas y emocionales de cualquiera. Toda mi simpatía para Ramón, toda mi admiración hacia él, por cómo llegó a aprender a escribir con la boca, etc.; toda mi camaradería por todos sus esfuerzos por llevar adelante la vida en condiciones tan duras... ¡a lo largo de treinta años!
A pesar de ello, creo que en su orientación vital se equivocó. No lo podemos tomar como un modelo a admirar e imitar. En su tenacidad por conseguir suicidarse no lo podemos considerar un luchador; más bien hemos de compadecerlo y rezar para que Dios, en su infinita Misericordia, siempre sabedor de nuestras debilidades, y de que quizás no era del todo libre psicológicamente, no le tenga en cuenta su suicidio.
Tampoco es el suyo el caso de alguien que padece una enfermedad incurable en fase terminal, con grandes dolores y complicaciones. Pero ni en este último caso sería lícito el suicidio ni el homicidio, pues el único Señor de la vida es Dios. La situación de Ramón Sampedro se asemeja más a la de cualquiera que desea morir porque las circunstancias en las que le ha tocado vivir le parecen insufribles; para otro podría tratarse de la pobreza, la guerra, la pérdida de seres muy queridos, la frustración de una vocación...
Ciertamente, hay situaciones vitales que el hombre no es capaz de soportar solo. Pero desde que Jesús se encarnó y “soportó nuestros sufrimientos y cargó con nuestros dolores”(Is 53, 4), ya no hay situaciones absolutamente desesperadas, pues Él nos ha prometido: “Dios es fiel; Él no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas, sino que con la tentación procurará también el éxito para poderla superar.”(1Cor 10, 13). “Porque en cuanto Él mismo padeció siendo tentado, es capaz de ayudar a los tentados.” (He 2, 18).
Todos nos dirigimos mar adentro, todos tenemos que morir. Pero no todas las maneras de morir llevan al mismo destino. No podremos entrar en la Bienaventuranza Eterna si no hemos cargado nuestra cruz en unión con Cristo y, con Él, en obediencia a la Voluntad el Padre. Si uno avanza mar adentro sin saber nadar, se ahogará. Aunque uno sea de los que se sienten fuertes, sanos y ricos, aunque uno sepa nadar, se agotará y acabará ahogándose igualmente. Porque sólo Jesús ha vencido la muerte, sólo Él con su Pasión y Resurrección nos ha abierto las puertas de la Vida Inmortal, de la libertad con que soñaba Ramón Sampedro. Nosotros, yendo a la nuestra, si vivimos con orgullo de espaldas a Dios, no somos capaces de llegar a buen puerto solos. Sólo se llega cuando uno se adentra en el mar en barco, si uno rema mar adentro en la Barca que Jesús conduce. Esto es lo que el Santo Padre nos aconsejó al empezar el nuevo milenio: remar mar adentro: “Díjole Simón: ¡Maestro! Toda la noche estuvimos trabajando y no pescamos nada; pero, PORQUE TÚ LO DICES, echaré las redes. Lo hicieron así, y capturaron tan gran cantidad de peces que se rompían las redes.” (Llc 5, 4-6). Sólo haciendo lo que dice Jesús, siguiendo humildemente las huellas de Aquél que nos ama de veras y es la Verdad, veremos milagros en nuestra vida; donde todo parecía acabado, vencerá el Amor. No se trata de aguantar la vida con estoicismo sino de dejar que sea el Espíritu Santo con su poder de Amor quien la viva en nosotros. El dilema, en definitiva, es: ¿queremos confiar en Dios, o no?
Quien hubiera amado de verdad a Ramón Sampedro le hubiera ayudado a encontrar el camino del barco que lleva a buen puerto; no le hubiera ayudado a morir antes de tiempo, sino a vivir (como tantos hicieron durante años, efectivamente). Hacer morir a un moribundo o inválido, aunque él así lo pida, no es compasión, ni mucho menos Amor. Amor es acompañarlo padeciendo y amando con él (com-padeciendo); eso es verdaderamente digno y da dignidad. No podemos llamar AMOR a cualquier cosa, AMOR es una palabra Sagrada pues Dios es AMOR.
Aclaremos, no obstante, que tanto los cuidados paliativos como la ortotanasia (dejar morir a su tiempo, sin ensañamiento terapéutico) sí son moralmente correctas, aunque no lo sean ni el suicidio ni el homicidio.
“Mar Adentro” parece ser, pues, una obra de arte al servicio de una mala causa. Su protagonista me parece más digno de oraciones y compasión, que de emulación. Yo prefiero seguir el ejemplo de Jesús, y de otros muchos que, con Él, han elegido el camino de la Vida y de la verdadera libertad.
Pido pues a María Santísima, modelo de confianza en Dios, que nos haga a todos capaces de vivir caminos de Vida y no de muerte y destrucción. Y a San José, patrón de la auténtica buena muerte, que nos la obtenga, llegado el momento.


¿QUIERES CANTAR EN EL DOLOR? (click aquí)

¡OJALÁ ALGUIEN HUBIERA AVISADO DE LA LLEGADA DE LA OLA DEVASTADORA!


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No es cristiano abstenerse de ayudar a las víctimas del maremoto del pasado mes de diciembre en el sudeste de Asia. No es cristiano pensar que eso es cosa sólo de los Gobiernos o de los demás. A menudo resulta mucho más fácil creer en Dios (cuanto más lejano mejor) que sentirnos y vivir como hijos suyos. Ser hijo de Dios comporta tener la misma escala de valores, el mismo querer y actuar que Él (en la medida de nuestras limitadas posibilidades). El hecho de tener a Dios como Padre, implica que los demás son hermanos nuestros. No es aceptable que en una familia unos hermanos hagan fiesta grande o vivan inmersos en la frivolidad, mientras otros sufren tanto (y esto también en nuestro propio País). No es aceptable la frase de Caín: “¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?” (Gen. 4,9).
Todos podemos ayudar, os sugiero ideas: ante todo, rezar tanto por los difuntos como por los supervivientes, así como por todas aquellas personas de las que dependen las acciones destinadas a mejorar las condiciones de vida de las víctimas; rezar para que Dios mueva a la generosidad a todos los corazones de las personas, no sólo para esta emergencia, sino también para todas las necesidades de la Humanidad; ofrecer Misas en sufragio por las almas de los difuntos, pues sabemos que la vida no acaba con la muerte; ofrecer también las indulgencias plenarias que se han concedido a los actos de adoración, etc. con ocasión del Año de la Eucaristía. Quien pueda, que ayude económicamente, sabiendo que hay muchas instituciones eclesiales que trabajan habitualmente en la zona y lo distribuirán con toda efectividad.
Ante la ingente magnitud de la tragedia y los terribles sufrimientos que se derivan de ella para un número tan grande de personas; ante las graves consecuencias que tardarán tanto tiempo en poderse superar y, en muchos casos serán ya irreversibles en esta vida; no podemos dejar de pensar cuan bueno hubiera sido que se hubiera avisado de antemano del tsunami y se hubieran podido tomar las medidas pertinentes. Ojalá todos hubieran podido huir como lo hicieron los elefantes alertados por su sexto sentido. No quiero detenerme ahora en los detalles de las responsabilidades, sino dirigir la atención a otro terreno. Existe en nuestro mundo de hoy, a nuestro lado mismo, otra temible ola que se acerca y que ya hace tiempo que está ahogando a personas, destruyendo vidas, sepultando las almas...se trata de esta ola de mentiras que podríamos resumir bajo el nombre de “cultura de la muerte” porque roba la vida a todo lo que toca. Coge desprevenidas a las personas que no están moralmente bien formadas y, sobre todo, que no se apoyan en la Roca firme que es Jesús.
Nos dicen que el aborto es “la interrupción del embarazo”, cuando en realidad es un crimen, del cual todos padecen gravísimas consecuencias después; pero eso no se avisa. En vez de ayudar a solucionar el problema de la mujer que espera el hijo, como sería lo más normal, nos “venden” que lo que se ha de hacer es eliminar el niño. Igualmente, en vez de educar los más jóvenes a fin de madurar su psico-afectividad, se los quiere condenar a graves problemas posteriores, violando las etapas naturales del desarrollo, que reserva la intimidad sexual a su ámbito específico y exclusivo: el matrimonio. Se nos explica el “cuento chino” de que los niños en los inicios de su vida no lo son, sino que son “preembriones” (la palabra se la inventan) y que se les puede utilizar como objetos de experimentación, o para unos supuestos tratamientos médicos, aún inexistentes. En realidad éstos se pueden llegar a lograr mejor con otras células madre adultas (no extraídas de embriones). Se oscurece todo con palabras técnicas para que no se vea claro lo evidente: que nunca será lícito acabar con la vida de una persona (asesinarla) para curar, o intentar curar a otra. Se nos plantea como una buena obra, hecha por compasión, arrebatar la vida a una persona que sufre gravemente; cuando la verdadera compasión, el Amor, como todos sabemos, consiste en ayudarla a vivir, aliviando en lo posible su padecimiento y soledad. No es nunca lícito, para eliminar el sufrimiento, eliminar a la persona que padece, ¡menudo disparate! Y así, un largo etc. de errores y ocultaciones de la verdad.
Nosotros somos los que tenemos que dar la voz de alarma en este “tsunami espiritual”, que quiere convertir nuestra sociedad, y de hecho lo está haciendo, en una especie de casa de los horrores. Se están sustituyendo los sentimientos y actitudes humanas, por el puro provecho mercantilista, y la utilización de las personas como objetos de usar y tirar.
Es urgente que despertemos, hace falta que cada cual pida al Espíritu Santo qué puede hacer para evitar las consecuencias, que llegarán a ser catastróficas, y ya lo están siendo, de esta manipulación tan descarada de la verdad que nos están ejerciendo.
Había una “tira” de “Mafalda” (personaje del humorista Quino) en la cual se veía un anciano que miraba escandalizado a un joven vestido con la moda “hippie” y decía: -“esto es el acabose”, y Mafalda le respondía:-“no, esto es el continuose del empezose de ustedes”. La indumentaria, que en sí misma, no tiene nada de malo, sólo me sirve como anécdota para ilustrar la idea que os quiero comunicar: de nosotros depende el futuro de nuestra Humanidad, depende de que nosotros lo pongamos en manos de Dios. Nosotros somos los centinelas del mañana (nos lo ha dicho el Santo Padre). Y Jesús nos repite muchísimas veces en el Evangelio la necesidad de estar alerta (velar), abiertos a la Voluntad, al Amor de Dios y a su acción en nosotros en cada momento. Nos dice: “Dichoso el siervo aquel a quien, al venir su amo, hallare que hace así” (Mt. 24, 46).
En este año de la Inmaculada, pidamos a María que nos haga velar en el Amor, como Ella lo hizo toda su vida.

JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ. PERO... ¿ ES POSIBLE LA PAZ?


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En estas fechas, podremos volver a ver las imágenes de la conexión de “eurovisión” en las retransmisiones religiosas y musicales; y de nuevo, la conocida bandera de la Unión Europea. ¿Conocemos su historia?El año 1955, la UE existía sólo bajo la forma de la Comunidad Europea del acero y reunía seis estados miembros. El Consejo de Europa (otro organismo que se había creado para defender los derechos humanos y promover la cultura europea) estaba buscando un símbolo. De entre 101 proyectos, se escogió el actual: un círculo de doce estrellas doradas sobre fondo azul. El Consejo de Europa animó a otras instituciones europeas a adoptar la misma bandera y el Parlamento Europeo la aceptó el año 1983. El año 1985 los Jefes de Estado y el Gobierno de la UE la adoptaron como emblema oficial. Todas las instituciones europeas la utilizan desde el año 1986. ¿De dónde vino la idea? Su diseñador Arsène Heitz explicó: "Me han pedido que diseñe la bandera de Europa. De pronto, me ha surgido la idea de poner las doce estrellas de la Medalla Milagrosa de la rue du Bac (de la cual estaba leyendo la historia de las apariciones) sobre un fondo azul, el color de la Virgen Santa”. Se sabe también que R.Schuman y K.Adenauer rezaron juntos en la catedral de Estrasburgo ante la imagen de la Virgen Inmaculada, coronada con doce estrellas, antes de defender el proyecto ante el Consejo de Europa. Ni las estrellas ni el azul de la bandera son propiamente símbolos religiosos, lo cual respeta las conciencias de todos los europeos. Así, cuando Paul M. G. Lévy tuvo que explicar a los Miembros de la Comunidad Económica el sentido del diseño, interpretó el número de las doce estrellas, como "guarismo de plenitud", puesto que en los cincuenta no eran doce ni los miembros de este Consejo, ni los de la UE (por lo tanto, el número de estrellas no cambia con las ampliaciones de la UE). Sin embargo, en el alma de Heitz habían estado presentes las palabras del Apocalipsis: “Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida del sol con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en la cabeza” (Ap. 12,1). Y, sin darse cuenta quizás, los delegados de los ministros europeos, adoptaron oficialmente la enseña en la fiesta de la Señora: el 8 de diciembre de 1955. ¡Muchas casualidades! Descubriremos fácilmente la sonrisa y el afecto de Nuestra Madre, la Reina de Europa, Reina de la Paz dispuesta siempre a ayudarnos. El día 1 de enero celebraremos la Jornada mundial de la Paz, y del 18 al 25 de enero la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, bajo el lema: "Cristo, fundamento único de la Iglesia" (Cf.1 Cor 3:1-23). ¿De dónde vendrá la Paz, la Unidad en Europa, entre los cristianos, en casa, si cada uno piensa a su manera? La única Paz verdadera vendrá del Espíritu Santo, pues Él es el único que sabe dónde está la felicidad de cada uno. En Él no caben egoísmos ni partidismos, ni la opresión ni la injusticia. Pidamos a María, su Esposa, que nos obtenga los dones del Espíritu Santo. Nos hace falta su luz para actuar bien en nuestra vida, especialmente a aquellos que nos gobiernan y nos apacientan. No los critiquemos, pidamos que el Espíritu Santo los ilumine y conduzca siempre. Una madre ha silenciado las peleas egoístas entre los Parlamentarios; todos lo hemos visto, no ha necesitado gritar ni amenazar, nos ha presentado el dolor de su corazón, un dolor que es una verdad: Jesús sufriendo con quien sufre. Otra Madre nos presenta el Dolor por su Hijo, que ha nacido en Belén para morir por nosotros. En este Año de la Inmaculada que han convocado los obispos españoles, oremos y sintamos junto a esta Madre, Reina de la Paz; sólo Dios-Amor acallará las guerras, todas nuestras guerras, desde la interior, hasta las internacionales. ¡Os deseo a todos Feliz y Santo Año 2005!

Wednesday, March 09, 2005

(...)APARECIÓ EN EL CIELO (...) UNA MUJER VESTIDA DEL SOL, Y LA LUNA DEBAJO DE SUS PIES, Y EN LA CABEZA UNA CORONA DE DOCE ESTRELLAS (Ap. 12, 1)


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Este año celebramos el 150 aniversario de la solemne definición dogmática de la Inmaculada Concepción de María, hecha por el Beato Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854 a la Bula Ineffabilis Deus. Este Dogma de Fe, que todos los fieles debemos creer, declara que María Santísima, por una gracia singular de Dios, fue preservada de todo pecado desde el momento de su concepción1. Dios la eligió gratuitamente a Ella para ser la Madre de su Hijo y, en previsión de su Maternidad Divina, la redimió de antemano, dándole, por los méritos de Jesús Salvador del género humano, la perfecta pureza y plenitud de Gracia que requería su excelsa misión.
Más adelante, María, concibió y acogió a Jesús en su Corazón antes que en su cuerpo (en la Encarnación), porque estaba llena de la Gracia de Dios y vacía de cualquier otra cosa. Ella nos muestra con su ejemplo cómo es necesario quitar del corazón toda impureza a fin de que el Señor pueda vivir y traernos la salvación.
Estando aún Jesús en el Seno Virginal de María, la Sagrada Familia viajó a Belén, obediente al edicto del César. “(...) hallándose allí, le llegó la hora del parto. Y dio a luz a su hijo primogénito, y envolvióle en pañales, y lo reclinó en un pesebre, porque en el mesón no había lugar para ellos.”(Llc.2, 6- 7). Los familiares y conocidos no se atrevieron a acogerlos, temerosos de Herodes. La posada estaba atestada y no había "reservados" para la gente humilde. Tan solo encontraron, finalmente, una cueva que era pobre, pero ajena a aquel ajetreo.
No nos creamos nosotros mejores que los poco hospitalarios betlemitas de entonces: Jesús viene cada día a nuestros altares (por el maravilloso milagro de la Consagración) y permanece. Quiere habitar personalmente en cada corazón a lo largo de cada instante de nuestra jornada. Pero también estamos demasiado llenos de cosas muertas y de nosotros mismos, o tenemos miedo de no estar a tono con el ambiente. Tampoco nos abrimos lo suficiente a todas las pobrezas (materiales o espirituales) de los hermanos. Quizás sí que hayamos acogido ya a Dios en el corazón, pero aún lo tenemos lleno de trastos y suciedad que son obstáculo para una vida totalmente disponible a la acción del Espíritu Santo.
Sin duda José limpiaría la cueva de Belén a conciencia y María la arreglaría cuidadosamente. Ayudémosles, pues, a preparar en nuestro corazón una cuna para el Niño Jesús, acogedora, limpia y tierna...
María Santísima fue la única preservada del pecado, ¡no nos sorprendamos nosotros al hallarnos pecadores! Hagamos, pues, unas buenas Confesiones, poniendo a los pies del sacerdote (que nos perdona en Nombre de Jesús) todo aquello que nos aleje de agradar a Dios y vivir en su Voluntad, su Amor, que incluye todas las criaturas. ¿Quién no se acercará con confianza al pequeño Niño Jesús, Príncipe de Paz, para pedirle que le reconcilie con la Santísima Trinidad y con la comunidad de hermanos? Sólo cuando el Amor de Dios habite en nosotros podremos ser testigos, constructores y transmisores de la Paz Divina. Al experimentar la liberación de nuestros pecados por la Gracia de Dios, nos volveremos, también nosotros, misericordiosos.
María no se quedó este gran regalo de Dios para disfrutarlo Ella sola, sino para darse totalmente; agradecer a Dios sus dones implica compartirlos. Por eso cuando nos consagramos a Ella nos lleva de la mano y nos allana el camino para que lleguemos también nosotros a vernos libres de la esclavitud del pecado y ser perfectos en el Amor.
¡Os deseo unas Santas Y Felices Navidades con Jesús, María y José!
1.-la concepción es el preciso instante en el que empieza la vida humana, en cuanto se han unido el óvulo y el espermatozoide para formar el zigoto que se une inmediatamente al alma creada por Dios.

¡CUANDO SUBEN LAS AGUAS DEBEMOS APRENDER A NADAR!


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Un niño juguetón bromeaba con uno más pequeñito: “A ver, ¿cuántos dedos tienes en ambas manos?” “Diez”-decía el otro-. Y el mayorcito: “Pues yo te demostraré que no: diez, nueve, ocho... (empezó a contar desde el dedo meñique al pulgar de la mano izquierda) siete y seis...¿no? pues, seis más cinco (que tienes en la otra mano) suman once. ¡Tienes once dedos, peque!”. El pequeño se rompía la cabeza en vano para entenderlo, pues su inteligencia todavía no estaba lo suficientemente desarrollada por descubrir la argucia.
La aparente lógica de las cosas puede llevar a muchos engaños y no podemos bajar la guardia. Vivimos en una sociedad en la que se entremezclan grandes adelantos en la sensibilidad de las personas para comprenderse y amarse mejor, con grandes demagogias que promueven el error y la degradación del ser humano. Estas últimas tienen a veces una apariencia de bondad y verdad que es muy peligrosa.
Tomo como ejemplo la “tolerancia”. Puede significar aquella actitud de respeto a las opiniones de otros; o permitir algo que no se tiene por lícito sin aprobarlo expresamente. Es muy cierto que grandes dosis de esta actitud son necesarias para la convivencia. En estos casos el respeto exige que la tolerancia sea recíproca. Pero también hay una acepción de la palabra que consiste en ese acostumbrarse a ciertas dosis de ponzoña o drogas sin percibir su efecto. Nos podemos acostumbrar a este veneno que se nos va inoculando en el subconsciente mediante películas, eslógans, canciones, etc., y perder el discernimiento.
No todo lo que parece razonable o es emotivo, es bueno. Las pasiones, o una conciencia equivocada, también ciegan a veces la razón y el sentimiento. En ocasiones la palabra “tolerancia” se utiliza como máscara por aquella actitud que consistiría en decir: “hacemos un pacto: yo callo ante tus egoísmos y errores y así tú callas ante los míos, no fuera a ser que yo quedara en evidencia o me complicara la vida comprometiéndome demasiado”,
Nosotros somos cristianos y no nos podemos dejar llevar por los mismos criterios del materialismo o hedonismo de moda. El mundo natural, sin el Sobrenatural, se desnaturaliza.
Deberíamos hacer un especial esfuerzo por formarnos en nuestra Fe. Cada cual tendría que tomar como responsabilidad propia su madurez cristiana. Estudiar lo que dicen el Magisterio de la Iglesia, el Catecismo, etc. Necesitamos una ayuda muy especial de Dios mediante los Sacramentos, la oración...Pedir al Espíritu Santo que nos construya un “radar” interior que dispare la señal de alarma en nuestro interior cuando nos estén llegando criterios erróneos.
Como cristianos, creo que deberíamos usar más a menudo la palabra “Amor” que la palabra “tolerancia”. El Amor enseña la verdad a quien no la conoce, desea y procura la salud de aquel que no la tiene; muestra al amado aquello que no está bien y le acompaña para mejorar. Esto lo saben todos los padres y madres: muchas veces un “no” es más valioso que un permiso, una corrección a tiempo ayuda a la buena formación y felicidad futura.
Pero toda corrección se ha de hacer desde el Amor, con los ojos de Jesús que tiene un inmenso Amor por el pecador aunque no quiere el pecado.
No podamos dejar que se sigan dando por buenos errores y desórdenes tan grandes como se están difundiendo, y mucho menos, dejarnos contagiar de estos criterios equivocados; los cristianos tenemos respuestas (no recetas ni eslógans) a las cuestiones que la sociedad y las personas se plantean. Y sabemos que sólo la Verdad nos hará libres. Si callamos nos haremos cómplices de la mentira.
Que Jesús, el Camino, la Verdad y la Vida nos de las gracias que necesitamos para ser valientes y atinados en estos momentos, todo por manos de María Santísima.

Thursday, March 03, 2005

AHORA ES EL MOMENTO DE VOLVER A EMPEZAR Y SER TAN CLAROS COMO LOS NIÑOS


Posted by Hello

No sabría decir exactamente el por qué, pero me hacía gracia aquel anuncio emitido por televisión a lo largo del último verano, a fin de que tomáramos conciencia de la necesidad de no ensuciar las playas. Se trataba de lo siguiente: un chico y una chica estaban tumbados en la playa tomando el sol. Entonces él enterraba una colilla de cigarrillo en la arena y ella reaccionaba muy contrariada: "-Pero, ¿qué haces?". Cuándo él, displicente, respondía: "- ¡Bah, la arena se lo traga todo!", se abría la arena bajo él y se lo engullía repentinamente...Con una demostración al estilo de reducción al absurdo, el anuncio nos hacía ver cuán inadmisible es la excusa que ponemos a veces para ser perezosos, sucios y incívicos. (¿Cómo se lo va a tragar todo la arena?)

No abordaré ahora el tema de cómo ensuciamos injustificadamente los lugares públicos porqué es evidente para todos. Esta dejadez me parece, más bien síntoma de otro mal más profundo. Muchas veces vivimos como si hubiera un especie de "agujero negro" moral a nuestro lado que se tragara todos nuestros actos y pensamientos, buenos y malos.

Decimos: "- ¿De qué sirve que yo sea honrado, paciente, fiel, caritativo...?" y también: "- Hago esto y lo otro malo pero... ¿quién lo ha de saber?, como me escondo ¡nadie lo ve!"

Un momento (y más de uno)de desaliento lo tenemos todos, se trata entonces de recuperar fuerzas, no de rendirse del todo; pero cuando la nuestra es una actitud sostenida de autoengaño, creo que nos beneficiaría mucho poner remedio.

Muchas personas ven lo que hacemos. En primer lugar, Dios lo ve todo; Él está pendiente de todas nuestras cosas igual que una madre observa amorosa cada gesto de su niño pequeño. Le gusta que hagamos cosas buenas y le entristece y ofende que las hagamos malas. Lo ven también todos los Ángeles y los Santos, en particular, nuestro Ángel de la Guarda. Tengamos por cierto que el bien o el mal que hagamos influirá en todos nuestros hermanos, directa o indirectamente, puesto que todos formamos parte del mismo Cuerpo.

Finalmente, lo vemos nosotros, que no es poco. Porque nuestra conciencia (iluminada por Dios) nos ayuda a ser felices, descubriéndonos la verdad sobre nosotros mismos. No es posible ser feliz fuera de la Verdad. Si le hacemos caso, cada vez viviremos una vida más limpia, más recta y más llena de Amor, cerca de Dios y de los hermanos. Si no, intentaremos acallar esta voz interior y cada vez nos será más difícil. Tendremos que vivir siempre huyendo de nosotros mismos y de cualquier amistad verdadera. Estaremos siempre desasosegados y la angustia crecerá... ¡Vaya ganas de vivir así! ¡La solución la tenemos tan cerca!

Pidamos perdón del mal que hemos hecho, primero a Dios, y si hace falta, a los demás, y volvamos a empezar! Dios saldrá corriendo con los brazos abiertos, y nos perdonará y olvidará todo el mal que hayamos podido hacer, por grave que sea, una vez nos confesemos y el sacerdote nos absuelva.

¡Son tan bonitas las reconciliaciones!: poder volver a empezar. Pero tras el perdón es mejor, el Amor es nuevo, mucho más alegre y tierno.

Quizás estás anhelando hacerlo pero te falta valor o diligencia, un empujoncito...

Necesitas a María. Ella te acompañará, te consolará y te obtendrá las fuerzas. ¡Tú pídele, que Ella no te fallará nunca!

Confiésate mejor hoy que mañana, y serás mucho más feliz, que al fin y al cabo es el que todos anhelamos.






Posted by Hello

Wednesday, March 02, 2005

"CANTAD AL SEÑOR UN CÁNTICO NUEVO, CANTAD AL SEÑOR EN TODA LA TIERRA" (Sal 96, 1)


Posted by Hello

¿No os ha pasado nunca que queréis recordar una melodía y no hay manera de que os venga a la memoria? A mí me pasa muy a menudo. Pero si se trata de una canción que realmente había conocido, yo diría que siempre me acaba sonando interiormente, como si lo hiciera de una manera espontánea, aunque sea al cabo de unas horas. Muy al contrario acontece con la letra. Si hace mucho que no canto la pieza, uf! o bien no la recuerdo nada, o bien la tengo desfigurada, cambiando palabras o el orden de las frases.

Hay un misterio en la música, es como un aroma suave que todo lo penetra. Tiene como una puerta privilegiada de acceso a nuestro corazón, a los sentimientos, las emociones y, a veces, hace evocar muchas cosas. A menudo se nos pega una tonada que hemos oído de pasada y no sabemos ni por qué.

Se me representa la vida como una canción. La letra serían las actividades, la profesión, los detalles que acontecen en el tiempo...La melodía, el corazón que ponemos en aquello que hacemos; y tendría la sonoridad de allí donde lo ponemos cuando hacemos las cosas. Si al vivir no ponemos el corazón, nuestra vida será una letra sin canción, como sin aroma. Y, cuando hablo de poner el corazón, no me refiero a unos sentimientos más o menos superficiales, o la emoción que pasa, sino al Amor. Este Amor es un acto de la voluntad y del alma, no siempre va acompañado de emociones agradables o de "campanitas" y "lucecitas".

Si, en nuestra vida, dirigimos el corazón sólo hacia las cosas materiales o hacia nuestro egoísmo, la música será de esas tan carrinclonas y pesadas que al cabo de dos minutos no hay quien las aguante. Es que no parecerá ni música, sino más bien ruido.

Pero si hacemos las cosas por Amor a Dios, y en Él, por Amor a los otros, nuestra música será de aquéllas que da gusto escuchar y bailar, de aquéllas que uno tararea constantemente porque hacen mucha compañía y arrullan al alma.

Si cada uno acertase de veras con su melodía sucedería ese milagro precioso que se denomina armonía: ese conjunto de voces que, escuchadas simultáneamente, son mucho más que la suma de todas ellas.

Pero cuesta mucho afinar la propia melodía, cuesta encontrarla interiormente para cantarla con todos los armónicos y la sonoridad que requiere. Es necesaria una gran dedicación a fin de escuchar internamente las voces de los otros (de los que no desafinan, claro está) y escuchar y practicar interiormente muchas veces la propia partitura. Hace falta ORAR, dicho en una palabra.

Orar con todo el corazón, con el fondo del alma, yo lo definiría, de alguna manera, como ponerse ante Dios, en silencio, con toda la atención para escuchar y aprender de Él nuestra melodía, la que Él quiere que pongamos a nuestra vida...Hace falta afinar cada vez más el oído para oír su voz, que hace resonar así en nuestro corazón, su CANCIÓN DE AMOR.

Creo que también estaría muy bien recuperar esa costumbre tan arrinconada de cantar. Cantar mientras hacemos las tareas del hogar, cantar con los hijos, e las reuniones familiares o de amigos, cantar en la ducha, si queréis...Y orar cantando, que ya lo decía San Agustín: "quien canta, ora dos veces".

Es triste un lugar dónde no se oyen los gorjeos de los pájaros, no es una buena señal. Mucho más triste aún es una sociedad dónde no se oye cantar. Y si no existe la canción interior, la del Amor con que se hacen las cosas, no es sólo triste, sino que es totalmente vacía.

¡Quien puede dudar de que María será nuestra mejor Maestra de canto!. Hagamos ejercicios con Ella, entonando en su compañía el bello Cántico del Magníficat


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